Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 30 de marzo de 2018

EL CRISTO DE VELAZQUEZ


Miguel de Unamuno, Año 1920

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno. Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre muerto que no muere
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dio toda su sangre
por que las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,
porque el sol de la vida la ha mirado
con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador! 

A L B A 

Blanco estás como el cielo en el naciente
blanco está al alba antes que el sol apunte
del limbo de la tierra de la noche:
que albor de aurora diste a nuestra vida
vuelta alborada de la muerte, porche
del día eterno; blanco cual la nube
que en columna guiaba por el yermo
al pueblo del Señor mientras el día
duraba. Cual la nieve de las cumbres
ermitañas, ceñidas por el cielo,
donde el sol reverbera sin estorbo,
de tu cuerpo, que es cumbre de la vida,
resbalan cristalinas aguas puras
espejo claro de la luz celeste,
para regar cavernas soterrañas
de las tinieblas que el abismo ciñe.
Como la cima altísima, de noche,
cual luna, anuncia el alba a los que viven
perdidos en barrancos y hoces hondas,
¡así tu cuerpo níveo, que es cima
de humanidad y es manantial de Dios,
en nuestra noche anuncia eterno albor! 

O R A C I Ó N  F I N A L 

Tú que callas, ¡oh Cristo!, para oírnos,
oye de nuestros pechos los sollozos;
acoge nuestras quejas, los gemidos
de este valle de lágrimas. Clamamos
a Ti, Cristo Jesús, desde la sima
de nuestro abismo de miseria humana,
y Tú, de humanidad la blanca cumbre,
danos las aguas de tus nieves. Águila
blanca que abarcas al volar el cielo,
te pedimos tu sangre; a Ti, la viña,
el vino que consuela al embriagarnos;
a Ti, Luna de Dios, la dulce lumbre
que en la noche nos dice que el Sol vive
y nos espera; a Ti, columna fuerte,
sostén en que posar; a Ti, Hostia Santa,
te pedimos el pan de nuestro viaje
por Dios, como limosna; te pedimosa
a Ti, Cordero del Señor que lavas
los pecados del mundo, el vellocino
del oro de tu sangre; te pedimos
a Ti, la rosa del zarzal bravío,
la luz que no se gasta, la que enseña
cómo Dios es quien es; a Ti, que el ánfora
del divino licor, que el néctar pongas
de eternidad en nuestros corazones. 
… 

¡Tráenos el reino de tu Padre, Cristo,
que es el reino de Dios reino del Hombre!
Danos vida, Jesús, que es llamarada
que calienta y alumbra y que al pábulo
en vasija encerrado se sujeta;
vida que es llama, que en el tiempo vive
y en ondas, como el río, se sucede. 
… 

Avanzamos, Señor, menesterosos,
las almas en guiñapos harapientos,
cual bálago en las eras remolino
cuando sopla sobre él la ventolera,
apiñados por tromba tempestuosa
de arrecidas negruras; ¡haz que brille
tu blancura, jalbegue de la bóveda
de la infinita casa de tu Padre
-hogar de eternidad-, sobre el sendero
de nuestra marcha y esperanza sólida
sobre nosotros mientras haya Dios!
De pie y con los brazos bien abiertos
y extendida la diestra a no secarse,
haznos cruzar la vida pedregosa
-repecho de Calvario- sostenidos
del deber por los clavos, y muramos
de pie, cual Tú, y abiertos bien de brazos,
y como Tú, subamos a la gloria
de pie, para que Dios de pie nos hable
y con los brazos extendidos. ¡Dame,
Señor, que cuando al fin vaya perdido
a salir de esta noche tenebrosa
en que soñando el corazón se acorcha,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos de tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada luz que nunca muere;
mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
mi mirada anegada en Ti, Señor!

Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld




jueves, 29 de marzo de 2018

« UT UNUM SINT »

Perfecto comentario "Ut unun sint" de nuestro amigo y colaborador del EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO, el Teólogo y Ecumenista, profesor Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA, que viene como anillo al dedo para este Jueves Santo y que como en todos los escritos del P. Langa cuenta con ese carácter ecuménico que le caracteriza.


« UT UNUM SINT »


La Última Cena (Juan de Juanes)
por Pedro Langa Aguilar, OSA


Este sintagma latino, de espiritual deleite en su esencia y de señalado provecho por sus intenciones, es la contraseña de los ecumenistas, que lo citan a cada paso con tanto más contento y regocijo cuanto más grande es el fervor de su corazón al practicarlo. El movimiento ecuménico perdería, sin él, su razón de ser. Tampoco los obreros de esa Viña del Señor que es la Iglesia, careciendo de tan dulce regalo, podrían ir lejos en el duro, largo y siempre apasionante camino de la unidad. Tiene hondas raíces cristianas. Su savia nutricia es de embeleso. Y para dar con su carta fundacional es preciso adentrarse en el Cenáculo durante las horas solemnes de la Última Cena. Figura en el corazón de esa pieza maestra, única, que es la Oración Sacerdotal, la magna oración oblativa y de intercesión del Salvador a la hora de su sacrificio (Juan 17, 1-26).

Incrustada en esa fúlgida corona de alabanza al Padre, que es la oración de Jesús en las horas eucarísticas del Jueves Santo, hallamos esta preciosa gema del divino Maestro: «para que todos sean uno» (Juan 17, 21). Su marco ideal, no obstante, comprende este vistoso cuadro panorámico: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17, 20-21). Ora Jesús al Padre, siendo así, por la Iglesia de los creyentes reunidos con la fuerza del testimonio apostólico, para que su unidad suscite la fe en su misión salvadora (cf. 1 Jn 1, 1-3; 2, 24).

El Jueves Santo es conocido como Día del Amor fraterno, de la institución del sacerdocio, del sacramento de la Eucaristía, del mandamiento nuevo. Dicho y vivido todo con espíritu sutil y convergente hacia el gran misterio del Amor. No suele, en cambio, manejarse con similar frecuencia –y conste que le cuadra tanto por lo menos como a las otras razones dichas-, el rótulo Día del Ut unum sint, o más sencillamente aún: Día de la Unidad. Es lo cierto, sin embargo, que la frase escueta y limpia que gloso constituye del ecumenismo el fundamental y supremo afán. Él solo basta, y sobra, creo yo, para distinguir radicalmente entre ecumenismo y diálogo interreligioso. Él, asimismo, para afirmar de manera incuestionable y digna que el ecumenismo es, de suyo, movimiento cristológico y, por tanto, eclesial.

Grandes apóstoles de la unidad sintieron la vocación ecuménica al aire de esta plegaria sacerdotal; llevados del sobrenatural empuje propio del sintagma que comento. De tal suerte es ello así, que su vida toda discurrió al albur de tan sublime lema: a él se amoldaron, con él trabajaron, por él discurrieron. No sin dificultades, desde luego. Ni tampoco, a la postre, sin redoblados esfuerzos por sacar a la superficie un empeño, que de suyo es fatiga; un afán, que ante todo es entrega; y un don, que en sí mismo es gracia. El reto que aguarda a los ecumenistas, por tanto -y todo cristiano que de tal se precie debe ser ecumenista-, es enorme. Dudo mucho que la evangelización llegue a buen puerto si prescinde de la tarea ecuménica. 

Que el ecumenismo no sea cosa fácil, que el ecumenismo sea tarea de todos, que el ecumenismo, en fin, interpele, y arrastre, y exija de sus apóstoles un compromiso que no le va a la zaga de las más arduas y sublimes conquistas de la gracia es cosa tan evidente como la inmensa distancia que todavía falta por cubrir hasta ver coronada la meta de la plena unidad visible.

Sorprende que el cristianismo admita de todo en todo esta maravillosa máxima y, sin embargo, aún siga dividido y entre sí enfrentado, partidista y a la greña en sus aspiraciones de unidad. Produce sonrojo que los cristianos vivan aún, a estas alturas del empeño ecuménico, sin haberse puesto de acuerdo en la fecha de la celebración de la Pascua. Resulta lamentable que a la hora de practicar esta santa causa de la unidad cristiana surjan por doquier partidismos trasnochados y perturbadores, y se antepongan, a las cristalinas aguas evangélicas del Ut unum sint, razones de conveniencia, argumentos de pata de banco y motivos rastreros de un evangelio con hipotecas. El sintagma dicho, en fin, dio título a una de las más bellas encíclicas de san Juan Pablo II, la que luce con palabras del propio Redentor: Ut unum sint (25.05.1995).

Excelente coyuntura, en fin, la celebración del Jueves Santo para someter a concienzudo análisis lo que representa, implica y exige Ut unum sint dentro de la cristología y de la eclesiología, tratados teológicos ambos indisolublemente unidos. Cuanto más intensamente practique uno el ecumenismo, mayor será también su vivencia cristológica, es decir, lo que el propio Cristo pidió con él; y eclesiológica, o sea de la Iglesia, para la que Cristo lo colocó en el centro de su plegaria al Padre. Todo ecumenismo cuyas aspiraciones no contemplen dicho sintagma será necesariamente falso, y cualquier empeño en prescindir de él no dejará de ser pérdida de tiempo.

Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA
Teólogo y ecumenista
Jueves Santo de 2018





miércoles, 28 de marzo de 2018

ECUMENISMO ESPIRITUAL PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Aunque es de 2010 nos parece muy interesante publicar este Documento del papa Benedicto XVI


ECUMENISMO ESPIRITUAL PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Benedicto XVI a los participantes en la plenaria del dicasterio para el ecumenismo. 19 de Noviembre de 2010 

«La unidad de los cristianos es y seguirá siendo oración, habita en la oración. No se trata de un compromiso según categorías políticas, en las que entran en juego la habilidad de negociar o la mayor capacidad de encontrar arreglos». Lo reafirmó el Papa, el jueves 18 de noviembre, a los participantes en la plenaria del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, cuya fundación cumple en 2010 su 50˚ aniversario. 

Señores cardenales; venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; queridos hermanos y hermanas: 

Para mí es una gran alegría encontrarme con vosotros con ocasión de la plenaria del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, durante la cual reflexionáis sobre el tema: «Hacia una nueva etapa del diálogo ecuménico». Os saludo a cada uno cordialmente, y deseo agradecer de modo particular al presidente, monseñor Kurt Koch, también las cordiales expresiones con las que ha interpretado vuestros sentimientos. 

Ayer, como ha recordado monseñor Koch, celebrasteis con un solemne acto conmemorativo el 50° aniversario de la institución de vuestro dicasterio. El 5 de junio de 1960, en vísperas del concilio Vaticano II, que indicó como central para la Iglesia el compromiso ecuménico, el beato Juan XXIII creó el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos, denominado después, en 1988, Consejo pontificio. Fue un acto que constituyó una piedra miliar para el camino ecuménico de la Iglesia católica. A lo largo de cincuenta años se ha recorrido mucho camino. Deseo expresar viva gratitud a todos aquellos que han prestado su servicio en el Consejo pontificio, recordando ante todo a los presidentes que se han sucedido: los cardenales Augustin Bea, Johannes Willebrands y Edward Idris Cassidy; y deseo dar las gracias especialmente al cardenal Walter Kasper, que ha guiado el dicasterio, con competencia y pasión, en los últimos once años. Expreso mi agradecimiento a los miembros y consultores, a los oficiales y colaboradores, a quienes han contribuido a realizar los diálogos teológicos y los encuentros ecuménicos y a cuantos han rezado al Señor por el don de la unidad visible entre los cristianos. Son cincuenta años en los que se ha adquirido un conocimiento más verdadero y una estima mayor con las Iglesias y las comunidades eclesiales, superando prejuicios sedimentados en la historia; ha crecido el diálogo teológico, pero también el de la caridad; se han desarrollado varias formas de colaboración, entre las cuales, además de las orientadas a la defensa de la vida, a la salvaguardia de la creación y a combatir la injusticia, ha sido importante y fructuosa la colaboración en el campo de las traducciones ecuménicas de la Sagrada Escritura. 

En estos últimos años, el Consejo pontificio se ha comprometido, entre otras cosas, en un amplio proyecto, llamado Harvest Project , para trazar un primer balance de las metas alcanzadas en los diálogos teológicos con las principales comunidades eclesiales desde el Vaticano II. Se trata de un valioso trabajo, que ha puesto de relieve tanto las áreas de convergencia como aquellas en las que es necesario seguir profundizando la reflexión. Dando gracias a Dios por los frutos ya recogidos, os aliento a proseguir en vuestro empeño por promover una correcta acogida de los resultados alcanzados y por dar a conocer con exactitud el estado actual de la investigación teológica al servicio del camino hacia la unidad. Hoy algunos piensan que ese camino, especialmente en Occidente, ha perdido su impulso; se percibe la urgencia de reavivar el interés ecuménico y de dar nueva fuerza a los diálogos. Además, se plantean desafíos inéditos: las nuevas interpretaciones antropológicas y éticas, la formación ecuménica de las nuevas generaciones, la ulterior fragmentación del escenario ecuménico. Es esencial tomar conciencia de estos cambios e identificar los caminos para avanzar de manera eficaz a la luz de la voluntad del Señor: «Que todos sean uno» (Jn 17, 21)

También con las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, con las cuales existen «vínculos estrechísimos» (Unitatis redintegratio , 15), la Iglesia católica prosigue con pasión el diálogo, tratando de profundizar de modo serio y riguroso el patrimonio teológico, litúrgico y espiritual común, y de afrontar con serenidad y compromiso los elementos que todavía nos dividen. Con los ortodoxos se ha llegado a tocar un punto crucial de confrontación y de reflexión: el papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia. Y la cuestión eclesiológica ocupa también el centro del diálogo con las antiguas Iglesias orientales: a pesar de muchos siglos de incomprensión y de lejanía, se ha constatado con gozo que se ha conservado un precioso patrimonio común. 

Queridos amigos, pese a que se presentan nuevas situaciones problemáticas o puntos difíciles para el diálogo, la meta del camino ecuménico sigue invariada, así como el compromiso firme de perseguirla. No se trata, sin embargo, de un compromiso según categorías —por decirlo así— políticas, en las que entran en juego la habilidad de negociar o la mayor capacidad de encontrar arreglos, de modo que podamos esperar, como buenos mediadores, que, pasado cierto tiempo, se llegue a acuerdos aceptables para todos. La acción ecuménica se mueve en dos direcciones. Por una parte, la búsqueda convencida, apasionada y tenaz para encontrar toda la unidad en la verdad, para idear modelos de unidad, para iluminar oposiciones y puntos oscuros a fin de alcanzar la unidad. Y esto en el necesario diálogo teológico, pero sobre todo en la oración y en la penitencia, en el ecumenismo espiritual que constituye el corazón palpitante de todo el camino: la unidad de los cristianos es y seguirá siendo oración, habita en la oración. Por otra parte, otro movimiento operativo, que surge de la firme conciencia de que nosotros no sabemos la hora de la realización de la unidad entre todos los discípulos de Cristo y no la podemos conocer, porque la unidad no la «hacemos nosotros», la «hace» Dios: viene de lo alto, de la unidad del Padre con el Hijo en el diálogo de amor que es el Espíritu Santo; es participar en la unidad divina. Y esto no debe hacer que disminuya nuestro compromiso, es más, debe llevarnos a estar cada vez más atentos a captar los signos y los tiempos del Señor, sabiendo reconocer con gratitud lo que ya nos une y trabajando para que se consolide y crezca. En definitiva, también en el camino ecuménico, se trata de dejar a Dios lo que es únicamente suyo y de explorar, con seriedad, constancia y empeño, lo que es tarea nuestra , teniendo en cuenta que a nuestro compromiso pertenecen los binomios de actuar y sufrir, de actividad y paciencia, de fatiga y alegría. 

Invoquemos con confianza al Espíritu Santo, para que guíe nuestro camino y cada uno sienta con renovado vigor la llamada a trabajar por la causa ecuménica. Os aliento a todos a proseguir en vuestra obra; es una ayuda que prestáis al Obispo de Roma en el cumplimiento de su misión al servicio de la unidad. Como signo de efecto y gratitud, os imparto de corazón mi bendición apostólica.


martes, 27 de marzo de 2018

ENCUENTRO DE JESÚS CON SU MADRE CAMINO DEL CALVARIO



ENCUENTRO DE JESÚS CON SU MADRE CAMINO DEL CALVARIO 

por Carmen Herrero Martínez

«Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta» (Lm 1,12). Estas palabras de la Santa Escritura, se las podemos aplicar a la Madre Dolorosa, la Madre del Redentor del mundo: Jesús. 

En el camino hacia el Calvario Jesús se encuentra con María, su madre, y María se encuentra con Jesús, su hijo amado, su predilecto, salido de sus entrañas. El intercambio de miradas es intenso, profundo, lleno de amor y de ternura; desde el silencio amante y compasivo. La mirada es el lenguaje más profundo e intimo entre los seres que se quieren. En este encuentro no hay palabras, la sola palabra es la mutua mirada que expresan el dolor intenso y profundo que hijo y madre viven. El dolor de la madre por su hijo ajusticiado, llevado al suplicio de la muerte, sin causa alguna, es profundo, indecible. El inocente, es condenado por los culpables, y la madre conocedora de la mentira que traman, asume desde la fe y el abandono el designo del Padre. La profecía de Simeón se ha cumplido: “una espada traspasará tu alma” (Lc 2, 35). Pero María, mujer de fe y de esperanza, asume este momento, desde la certeza de que la muerte no es el final para su hijo. ¿Cómo va a morir el que es la Vida? No, ¡esto es un absurdo! ¡Poderoso como es Dios, él vendrá en su ayuda! 

«No temas María, Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32). Estas palabras el ángel Gabriel se las dijo a María, y ella cree contra toda esperanza. Y desde esa seguridad y esperanza, María, con su tierna mirada, infunde en su hijo, ánimo, fortaleza y confianza en el Padre que es quien sostiene su vida y dirige la historia de la salvación. María confía y adora el plan del Padre, aunque humanamente no lo comprenda y sea para ella tremendamente doloroso, sangrante. En medio de la profunda soledad de la Pasión de Jesús, María ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura desde su fidelidad incondicional. Madre e hijo están íntimamente unidos, y nada podrá impedirles de llevar a cabo la voluntad del Padre. María dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) y el hijo: “Heme aquí, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 40,8; Hb 10,7). Madre e hijo serán files a la Palabra. 

Si el corazón de María está traspasado por la lanza del dolor, no es menos el dolor que atraviesa el corazón del Hijo, al ver a su madre tan afligida y sumergida en tan profundo dolor. El verdadero amor hace suyo el dolor del ser amado. Y este es el caso de Jesús y María: cada uno hace propio el dolor del otro. Madre e hijo se funden en un mismo hágase tu voluntad, ofrecido al Padre por la salvación del género humano. María al decir “Heme aquí” en la Anunciación, asumió con todo lo que implicaba ese “hágase”, la historia de su propio hijo, haciéndola propia. Porque María es madre, sufre profundamente, y quiere abraza y llevar la cruz con su divino Condenado en el camino hacia el calvario. Pero no solamente abraza a Jesús, sino que en su inmenso corazón de Madre, abraza a los hombres y mujeres de todos los tiempos en la situación concreta que les toca vivir. Sintamos mirados con ternura y acompañados por María, nuestra Madre, en el calvario que podamos vivir y, a su ejemplo, seamos files al plan de Dios. 

La Iglesia [católica romana] llama a María: “corredentora con Cristo”, porque, de alguna manera, ella también murió en la cruz con su Hijo. No de una manera cruenta; pero sí de una manera mística. María, recorrió el camino del calvario y estuvo al pie de la cruz acompañando a su hijo amado, haciendo suya la pasión y muerte del hijo, salido de sus entrañas. La pasión del hijo es la pasión de la madre. Y la muerte del hijo es la muerte de la madre. 

Señor, Jesús, como María tu madre, también nosotros queremos acompañarte, ofrecerte nuestro consuelo y nuestro tierno y dulce amor, estando a tu lado en este camino en el que el dolor te desfigura y la cruz te aplasta. 

Contigo también queremos acompañar a tantos hermanos y hermanas que el dolor los tiene hundidos, desfigurados, sin poderse levantar ni mirar al horizonte; sin encontrar una mirada que les dé fortaleza para seguir caminando. Para ellos te pedimos la fe y la esperanza, y una madre buena que les mire con amor y les acompañe en su sufrimiento. Y a Ti, María, Madre del Hágase, del Amén, concédenos tu fe y confianza en los planes de Dios, Padre, aunque no siempre los comprendamos y nos sean punzantes y difíciles de cumplir. También te pedimos que consueles a tantas madres como sufren las “pasión” de sus hijos, y ayúdales a llevar la cruz con amor, acompañadas contigo en el camino del calvario. 

Carmen Herrero Martínez
Fraternidad Monástica de Jerusalén




lunes, 26 de marzo de 2018

“CONTINUAMOS REZANDO. NUESTRA HISTORIA EN SIRIA NO HA ACABADO”



La vida, rituales y tradiciones de las diferentes comunidades cristianas en Tierra Santa, y los pasos hacia un camino ecuménico que, a pesar de las dificultades, está vivo y es real, manifestado en el diálogo, encuentros y momentos de plegaria común. Un ejemplo de unidad y esperanza… ¡porque es precisamente en Jerusalén donde nació una Iglesia!

“Continuamos rezando. Nuestra historia en Siria no ha acabado”

De Alepo a Jerusalén, católicos y personas de otras religiones se unen en iniciativas de oración por la paz.


El drama de la guerra civil en Siria se ha intensificado en los últimos meses, sobre todo en la ciudad de Ghouta, situada a 20 km de Damasco.

Recientemente, el sacerdote salesiano de Alepo, Padre Mounir Hanachi, ha difundido un mensaje en el que afirma que los últimos siete años de guerra han sido difíciles, pero en estos días la situación es aún más dolorosa.

El franciscano, párroco de Alepo, Fr. Ibrahim Alsabagh, nos habla de la situación actual.

Fr. IBRAHIM ALSABAGH, ofm
Párroco latino de Alepo
“No hemos alcanzado la paz ni siquiera en Alepo. Ayer hubo muchos bombardeos sobre civiles en la parte oeste de la ciudad, y esta vez hemos contado muchos muertos y heridos.”

Incluso entre tanto dolor la fe persiste. En la parroquia de San Francisco de Alepo, por ejemplo, Fr. Ibrahim ha celebrado varias misas para niños en favor de la paz.

Fr. IBRAHIM ALSABAGH, ofm
Párroco latino de Alepo
“No es un secreto para nadie que la situación se está agravando cada vez más y cada día sentimos el ruido de las armas y de las declaraciones a favor de la guerra y de la muerte, en vez de a favor de la paz y de la vida. Continuamos rezando. No ha acabado nuestra historia en toda Siria.”

Frente a la complejidad de la situación en Siria, surgen en todo el mundo iniciativas que nos hacen creer en la esperanza. Aquí en Jerusalén, por ejemplo, representantes de diversas religiones rezan juntos por la paz.

Unas 50 personas pertenecientes a diversas confesiones y nacionalidades han participado en la oración dirigida por Fr. Émile, de la Comunidad de Taizé.

El momento, marcado por tiempos de silencio, cantos y oraciones en diferentes lenguas, tuvo lugar en la capilla del Instituto Ecuménico Tantur.

Fr. ÉMILE
Comunidad de Taize
“A veces las personas creen que el silencio pertenece a los monasterios, a los monjes, pero las personas de Dios deberían ser capaces de descubrir el silencio, la oración meditada y por ello ofrecemos este tipo de oraciones y las compartimos con las personas que vienen a Taizé.”

Hay diferencias entre los participantes, pero prevalece lo que nos une: El deseo de elevar a Dios súplicas por la paz en el mundo.

MARCIE LENK
Shalom Hartman Institute
“Creo que gastamos mucho tiempo rezando solos, de manera separada, y no tenemos muchas oportunidades para rezar juntos. Y lo necesitamos: Necesitamos escucharnos rezar, necesitamos sentarnos junto a alguien. Necesito a otras personas.”

VER VÍDEO



FUENTE:
www.cmc-terrasanta.com



sábado, 24 de marzo de 2018

¡LEVANTAOS, VAMOS!

¡Levantaos, vamos!

Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos: —Sentaos aquí mientras yo voy allá a orar. Tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y empezó a sentir tristeza y angustia. Les dijo: —Siento una tristeza mortal; quedaos aquí, velando conmigo. Se adelantó un poco y, postrado rostro en tierra, oró así: —Padre, si es posible, que se aparte de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Volvió a donde estaban los discípulos. Los encontró dormidos y dijo a Pedro: —¿Será posible que no habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no sucumbir en la prueba. El espíritu es decidido, pero la carne es débil. Por segunda vez se alejó a orar: —Padre, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, que se haga tu voluntad. Volvió de nuevo y los encontró dormidos, pues tenían mucho sueño. Los dejó y se apartó por tercera vez repitiendo la misma oración. Después se acercó a los discípulos y les dijo: —¡Todavía dormidos y descansando! Está próxima la hora en que este Hombre será entregado en poder de los pecadores. Levantaos, vamos; se acerca el que me entrega. 
Mateo 26, 36-46


Tras haber celebrado la última cena de Pascua con sus discípulos, Jesús se dirige con ellos a un jardín cercano a esperar. La multitud armada ya está en camino para arrestarle. De golpe, se siente lleno de tristeza y angustia. «Siento una tristeza mortal», les dice a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo. Habla como lo haría un hombre dirigiéndose a sus amigos: «Quedaos aquí, velando conmigo». Aquel a quien, en su nacimiento, el Evangelio llama «Emanuel» o «Dios con nosotros», aparece ahora pidiendo a sus compañeros que se queden con él.

En Jesús, Dios viene a nosotros. Nos tiende la mano, no desde lo alto, sino desde abajo. En el capítulo anterior, Jesús describe cómo nos espera en aquellos que tienen hambre o sed, en los extranjeros y en quienes no poseen nada, en los enfermos y los presos. Es al percatarnos de aquellos que están en dificultades y concederles nuestra atención que nos encontramos con Dios.

En el jardín, Jesús está en agonía. Reza intensamente a Dios Padre y le pide que el cáliz pase de él. «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya», dice. ¿Qué es ese cáliz que ha de beber? Una santa y mística del siglo XIV que a menudo meditaba sobre esta escena, Catalina de Siena, decía que, por grandes que fueran el sufrimiento y la soledad de Jesús, el sentido primero del cáliz no está en ellos. Tal y como Catalina lo veía, Jesús, al enfrentarse a su propia muerte, tuvo que aceptar la posibilidad de que, pese a todo lo que había hecho, los discípulos podían dispersarse y tomar cada cual su camino tras su muerte. Y, así, su vida habría sido entregada en vano. Beber el cáliz y hacer la voluntad del Padre significaría, pues, asumir el riesgo de confiar en los seres humanos hasta el extremo.

Jesús regresa con los discípulos tras haber orado y los encuentra dormidos. «Velad y orad», les dice, «Para no sucumbir a la prueba. El espíritu es decidido, pero la carne es débil». Quizás podríamos traducir estas palabras de este modo: cuando descubráis que las buenas intenciones no bastan, que también vosotros, como los demás, podéis ser un poco o incluso muy inestables, no caigáis en la tentación, es decir, no cedáis al miedo y penséis que todo ha terminado. Confiad en lo que Dios ha comenzado a través de los humanos, también de vosotros. Levantaos y vayamos al encuentro de quienquiera esté ahora en nuestro camino.
  • ¿Qué ideas, qué sentimientos me suscitan las palabras de Jesús: «Quedaos aquí y velad conmigo»?
  • ¿Qué quiere decir para mí seguir a Jesús con la confianza que él deposita en los seres humanos?
  • ¿Qué nos ayuda a renovar o reencontrar esa confianza cuando es puesta a prueba?
Comunidad de Taizé



viernes, 23 de marzo de 2018

EL HERMANO ALOIS, PRIOR DE TAIZÉ CON EL PAPA FRANCISCO

El hermano Alois recibido por el Papa Francisco


Este lunes 12 de marzo, el prior de la comunidad de Taizé, hermano Alois, ha sido recibido en audiencia privada por el Papa Francisco. Como cada año, el hermano Alois ha querido ir a Roma, para informar al Papa de las iniciativas emprendidas por la comunidad en su búsqueda ecuménica y en la acogida de los jóvenes. Ha hablado en nombre de jóvenes de numerosos países al agradecer al Papa por el modo tan pastoral en el que vive su ministerio de pastor universal.

Le ha hablado de los próximos encuentros de jóvenes organizados por la comunidad en Lviv (Ucrania)en abril, en Hong Kong en agosto, y del encuentro europeo al final de este año en Madrid. El hermano Alois ha evocado también la acogida a los refugiados que la comunidad de Taizé lleva a cabo desde hace mucho tiempo, y que se ha ampliado en los últimos años.

FUENTE:
www.taize.fr/es



jueves, 22 de marzo de 2018

HISTORIA DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO

Historia del movimiento ecuménico

por Fernando Rodríguez Garrapucho


Sumario
  • Introducción.
  • 1. Las separaciones.
  • 2. Inicios del movimiento ecuménico.
  • 3. El Consejo ecuménico de las Iglesias.
  • 4. Actitud inicial de la Iglesia Católica.
  • 5. El Concilio Vaticano II.
  • 6. El movimiento ecuménico en los años recientes.
Introducción

F. Rodríguez Garrapucho
Por historia del movimiento ecuménico entendemos la formación y acontecimientos del ecumenismo moderno, que, partiendo del siglo XX, se desarrolla hasta nuestros días. Esta delimitación temporal no debe, sin embargo, hacer olvidar los intentos y logros de siglos anteriores por restaurar la unidad eclesial. Nunca la Iglesia Católica, ni tampoco las otras, se conformaron con la situación de separación de grandes grupos de cristianos que rompían la comunión.

1. Las separaciones

En una breve memoria histórica no podemos olvidar los concilios de la Antigüedad, en los cuales trataban de ponerse de acuerdo Oriente y Occidente para no crear la confusión en materia de fe y sembrar con ello la división. Aunque después de algunos de ellos se produjeron separaciones dolorosas (Éfeso, Calcedonia), en otros casos el mismo concilio evitaba las divisiones (Nicea II, Constantinopla IV).

Una vez consumada la excomunión mutua en 1054 ente Oriente y Occidente los concilios de Lyon II (1274) Y el de Ferrara-Florencia-Roma (1438-1445) serán convocados para restablecer la unidad entre las dos partes de la Iglesia. El Concilio de Trento (1545-1563) fue también convocado para tratar de encontrar una solución a la división de la cristiandad occidental originada por la Reforma protestante.

Visto el fracaso obtenido por la vía conciliar, a partir del siglo XVI se cambió de método, y se creó un diálogo que llevó a uniones parciales de Iglesias orientales con la Iglesia católica, por lo que hoy de todas las Iglesias de Oriente en sus diversos ritos hay una parte unida a Roma y otra separada (ortodoxos bizantinos y antiguas Iglesias orientales no calcedonenses).

Entretanto, en el protestantismo, a partir de las tres tradiciones surgidas en el siglo XVI (luteranos, reformados, no conformistas) y el anglicanismo, surgían con el tiempo nuevas divisiones en su seno que llevarán a la creación de grandes comunidades eclesiales como los bautistas, metodistas, menonitas, pentecostales, etc.

2. Inicios del movimiento ecuménico

Sin embargo, desde mediados del siglo XIX una nueva corriente unionista va a recorrer los caminos de todas las Iglesias cristianas y va a mover los frentes confesionales que se encontraban bastante parados y a la defensiva. Es lo que llamamos el «movimiento ecuménico», actividad dedicada a buscar por medios doctrinales y prácticos la reunión y reconciliación de todos los que invocan a Jesucristo como Dios y cabeza de la Iglesia.

En los comienzos de este proceso va a influir mucho el cambio de mentalidad acaecido en la Edad moderna en las sociedades europeas y norteamericana, sobre todo las de ámbito protestante. Por estos años florece el espíritu de tolerancia e igualdad, la libertad de conciencia y los derechos humanos de carácter filantrópico e internacional. Se trata de un camino nuevo, que constituye para todas las Iglesias un proceso inédito y complejo del que no hay antecedentes en el pasado con esta configuración. Este proceso ha sido visto por todos como un don del Espíritu Santo, por lo que el ecumenismo pide un discernimiento constante de las mociones del Espíritu para su avance.

Estamos de acuerdo con los teólogos que sitúan el comienzo de esta corriente en el Reino Unido, a mediados del siglo XIX con el «movimiento de Oxford». Clérigos anglicanos de la «Iglesia alta», como Newman, Pusey, Froude, etc. pusieron en marcha una provocación a la Iglesia de Roma con un nuevo concepto de catolicidad (comunión católica anglicana de proporciones mundiales) y un diverso concepto de unidad (teoría de las tres ramas).

En 1864 el Santo Oficio mandaba un «monitum» a los obispos católicos ingleses, para alertarlos contra la sociedad de carácter ecuménico. En 1865, los anglo-católicos responderán con una carta de aclaración al cardenal Patrizi y se produce la primera confrontación sobre el movimiento de unión de los cristianos. Los intentos de unidad continuarán con la pretensión de que la Iglesia católica reconozca la validez de las ordenaciones anglicanas, cuyo resultado será la Bula de León XIII Apostolicae curae de 1896, declarando inválidas tales ordenaciones. El incidente congeló el movimiento pero no lo extinguió, resurgirá años más tarde con las «Conversaciones de Malinas», estando implicados en ellas los católicos F. Portal y el cardenal Mercier, y por la otra parte sobre todo el anglicano Lord Halifax.

En ámbito anglicano se inicia en Lambeth en 1867 la primera conferencia de obispos de la Comunión y así se continuará cada diez años. También entre las Iglesias protestantes va cristalizando un impulso de unión que contrarresta su dispersión: nacen las alianzas mundiales de confesiones históricas (Alianza reformada mundial, Federación luterana mundial, Alianza bautista mundial, etc.).

De importancia será el movimiento juvenil de carácter internacional e interconfesional, que crea en 1844 el YMCA (Asociación de Jóvenes Cristianos) y en 1854 el YWCA (Asociación de Jóvenes Cristianas), en 1895 la WSCF (Federación Mundial de Estudiantes Cristianos) y el SCM (Movimiento Estudiantil Cristiano). Sobre todo la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos se empeñó con energía en el ecumenismo y fue para muchos ecumenistas del siglo XX el lugar donde se fraguó su vocación. El movimiento estudiantil se orientaba hacia la misión, y es que en ese momento se crean también sociedades misioneras de carácter internacional que sostienen el gran impulso misionero presente en tierras de África y Asia, tanto en el protestantismo como en el catolicismo.

3. El Consejo Ecuménico de las Iglesias

Una de estas conferencias de carácter misionero será la que va a marcar un hito especial en el movimiento ecuménico: la «Conferencia misionera mundial de Edimburgo», celebrada en 1910, y presidida por el laico metodista Jhon R. Mott. Esta conferencia fue el comienzo de la agrupación de iniciativas dispersas y el impulso de un movimiento de unión de carácter mundial. Allí se tomó conciencia de la seriedad que supone la implantación de una Iglesia unida en los países de misión para la credibilidad del Evangelio.

De las iniciativas que aquí surgieron terminará naciendo años después el Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEI). A raíz de ella, en 1921 se funda el Consejo Internacional Misionero, con la finalidad de promover la solidaridad entre los cristianos, así como la unidad de objetivos en la evangelización. Este consejo y su revista, Internacional Rewiew of Mision,contribuirán también al surgimiento del CEI, y en él se integrará en 1961.

La Conferencia de Edimburgo impulsó el nacimiento de Fe y Constitución, lugar de encuentro de las diversas Iglesias para dialogar sobre los problemas doctrinales que plantea la unidad, en cuanto a la fe y sus contenidos más esenciales en cada Iglesia y la constitución, es decir, los sacramentos, el ministerio, la autoridad. Los impulsores fueron sobre todo el obispo anglicano Ch. H. Brent y el secretario Robert H. Gardiner, quienes tras muchas consultas, incluyendo al Vaticano, lograron reunir a las Iglesias en Lausana en 1927.

El movimiento pancristiano de carácter práctico fundó otra importante institución: Life and Work, impulsada sobre todo por el obispo luterano sueco Nathan Söderblom. Ya en 1919 el obispo proponía crear un consejo que representase espiritualmente a todos los cristianos, y hacer una conferencia mundial sobre el cristianismo práctico, cosa que se realizó en Estocolmo en 1925. El movimiento Vida y Acción se basaba en la convicción de que sirviendo a la causa de la paz y la justicia se intensifica la causa de la unidad, pues la unidad de acción práctica es más eficaz que la discusión doctrinal. Ello dio origen al Consejo Universal del Cristianismo Práctico en 1930, y al Instituto Social Internacional Cristiano, que convocó una conferencia sobre la crisis económica en 1932 y otra en 1937 en Oxford sobre las relaciones Iglesia, sociedad, Estado.

En Gran Bretaña, en ese mismo año, Fe y Constitución y el Movimiento en Pro del Cristianismo práctico convocaban sus asambleas mundiales con objeto de crear un consejo ecuménico de Iglesias. La coordinación de esfuerzos y el ahorro de los dineros recomendaban a este organismo que agrupase las muchas iniciativas en curso. Las dos conferencias aceptaron la idea y al año siguiente, 1938, invitaban formalmente a las Iglesias a entrar en el Consejo mundial en formación. El estallido de la segunda guerra mundial cortó la iniciativa, pero se retomará con fuerza en la posguerra y así en 1948, en Amsterdam, se haría realidad el Consejo Ecuménico de las Iglesias, mediante la fusión de Vida y Acción y de Fe y Constitución.

Al poco tiempo el Consejo se trasladará a Ginebra (Suiza), donde se encuentra en la actualidad. Mucho mérito en su fundación tiene el pastor reformado holandés Willem A. Visser't Hooft, quien será su presidente durante 22 años y luego, hasta su muerte, presidente honorario.

El CEI no pretende ser una confesión propia de fe o una síntesis de doctrina, ni una super-iglesia, sino «una asociación fraterna de Iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y tratan de responder juntos a la común vocación» (Constituciones I). Puesto que se trata de una fellowship de Iglesias, para entrar en él se debe demostrar que se es una Iglesia independiente y estable en su constitución, confesar la fe cristológica y trinitaria según las Escrituras, mantener relaciones ecuménicas reales y contar con al menos 25.000 miembros.

Lo novedoso de esta institución respecto a lo anterior es que no se trata de iniciativas personales o de consejos, sino que a él sólo pertenecen Iglesias establecidas. El objetivo es llegar a la unidad visible mediante una fe común y alcanzar la fraternidad eucarística, manifestada en el culto y en la vida solidaria. También se propicia la ayuda que favorece el testimonio conjunto, la tarea misionera en tierras lejanas, y la promoción de la justicia y la paz en el mundo.

La vida del CEI en sus inicios se desarrolló sobre todo a través de sus asambleas plenarias, que nunca pretendieron ser reuniones administrativas, sino celebración y expresión de la unidad ya alcanzada, y momento de reflexión teológica para dar pasos hacia la unidad plena. De hecho, los momentos celebrativos y la elaboración de textos-guía han sido siempre privilegiados. El decurso de sus asambleas es parte esencial de su ser y por eso las nombramos: Amsterdam (Holanda) 1948; Evanston (EE.UU.) 1954; Nueva Delhi (India) 1961; Upsala (Suecia) 1968; Nairobi (Kenia) 1975; Vancouver (Canadá) 1983; Canberra (Australia) 1991; Harare (Zimbabue) 1998 y Porto Alegre (Brasil) 2006.

La presencia ortodoxa en el CEI se produjo a partir de los años sesenta, cuando la intervención del gran ecumenista Atenágoras I, Patriarca de Constantinopla, logró que todos los patriarcados ortodoxos entrasen a formar parte de él. Hoy el Consejo cuenta con unas 350 Iglesias, de procedencia mayoritaria protestante. Se espera que en la próxima asamblea de Brasil se recojan los frutos del trabajo realizado a partir de la última de 1998 en orden a una nueva estructuración del Consejo pedida por los ortodoxos.

4. Actitud inicial de la Iglesia Católica

Como hemos visto, las provocaciones que desde el siglo XIX en el Reino Unido se hicieron a la Iglesia católica para sumarse a este movimiento fueron múltiples, pero sobre todo por parte de la curia romana y de los papas la actitud fue de rechazo. Desde los tiempos del papa León XIII el único método de superar las divisiones que se veía en Roma era el método del retorno al catolicismo.

Con esta mentalidad dicho Papa trató de tender puentes con las otras Iglesias, sobre todo a través de sus encíclicas Praeclara gratulationis (1894), Satis cognitum (1896). Por estas fechas, el franciscano Paul Wattson, venido del protestantismo norteamericano y fundador de la sociedad del Atonement, dio inicio a la «Semana de oración por la unidad de los cristianos». Esta oración anual irá creando una sensibilidad entre los católicos. Invitada la Iglesia católica en 1919 a formar parte del CEI en formación el papa Benedicto XV rechazó su incorporación y así harán los papas sucesivos, prohibiendo a los católicos participar en toda asamblea perteneciente al movimiento.

Sin embargo, este Papa creó la Congregación para la Iglesia Oriental de la que él mismo era prefecto, y el Pontificio Instituto para los Estudios Orientales, a fin de formar a los sacerdotes que iban a desarrollar su labor en Oriente. Además restauró el colegio maronita en Roma y seminarios para greca-católicos en Italia.

Las citadas «Conversaciones de Malinas» (1921-1925) terminaron con la muerte del cardenal Mercier en 1926. El año anterior, el monje benedictino Lambert Beauduin fundaba los «monjes de la unidad»y la revista Irenikon en el monasterio de Amay (Bélgica), trasladado en 1939 a Chevetogne. Una parte de la comunidad celebra en rito romano y otra en rito bizantino. Las iniciativas de estos monjes eran alentadas por el papa Pío XI. Como respuesta a la reunión mundial de Iglesias en Lausana en 1927, aparecerá en 1928 la Encíclica de Pío XI Mortalium animas, documento católico de gran calado teológico que da serias razones para la no incorporación de la Iglesia de Roma al movimiento ecuménico.

Pero pocos años después despuntará una generación de grandes ecumenistas católicos. En el ecumenismo espiritual destaca el sacerdote francés Paul Couturier, quien logra dar vigor en los años treinta a la «Semana de oración por la unidad» y crea una espiritualidad de la unidad que impregna personas e instituciones católicas. De su círculo Iyonés saldrá en 1937 el Grupo de Les Dombes, lugar de oración y reflexión entre católicos y protestantes franceses, que más tarde elaborará documentos teológicos de mucha importancia para el diálogo doctrinal. En 1937, la obra del dominico Y. Congar, Chrétiens désunis, marca el comienzo de una eclesiología ecuménica de comunión que se aparta de lo jurídico para iniciar un nuevo camino, todo él teológico, basado en la gran tradición, bíblica y patrística, que deja el método del «retorno» y propone la conversión y la reforma de la Iglesia.

El también dominico Ch.-Jean Dumont funda el centro Istina de París y la revista de su mismo nombre, así como en Alemania el sacerdote Max-J. Metzger funda el grupo ecuménico Una Sancta y su revista correspondiente, con todo lo cual se van madurando muchas ideas, iniciativas y mentalidades ecuménicas entre los católicos.

Tras la segunda guerra mundial los contactos se intensifican. El padre jesuita Charles Boyer fundaba en Roma la revista Unitas y el Centro en Favor de la Unidad, instituciones que lograron introducir la causa ecuménica en los círculos vaticanos de pensamiento. En 1949, el Santo Oficio emitía la Instrucción Motione ecumenica, en la cual se reiteraba la conocida negativa romana pero se abría una puerta al reconocer que este movimiento está inspirado por el Espíritu Santo. En 1951 se funda la «Conferencia católica para las cuestiones ecuménicas», que favorecería la colaboración y los contactos entre teólogos católicos, y de aquí saldrán muchos ecumenistas que luego participarán activamente en el Vaticano II.

Importante en los años de la posguerra es la fundación de la comunidad ecuménica de Taizé, por el monje protestante Roger Schutz. En ella, desde hace medio siglo viven juntos monjes de varias Iglesias, logrando realizar una parábola de comunión eclesial a través de la oración y la vida común, acogiendo a miles de jóvenes del mundo entero que son sensibilizados hacia la tragedia de la división y son exhortados a buscar caminos de reconciliación.

5. El Concilio Vaticano II

Periodo importante para la historia del movimiento ecuménico es la entrada en escena de la Iglesia católica en él, pues el peso de su número y de su potencia teológica hizo nacer una nueva era para el ecumenismo cristiano. Las muchas incomprensiones y fatigas que sufrieron los pioneros católicos se verán recompensadas con la llegada al papado de Juan XXIII y la convocación del Concilio II del Vaticano. La postura de este Papa dio un giro memorable respecto a la actitud romana sobre el ecumenismo. Desde el inicio señaló que una de las finalidades principales de la convocación del Concilio era buscar la unidad de los cristianos. Para ello creó en 1960 el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, poniendo al frente como prefecto al anciano y valiente cardenal Agustín Bea. Esta institución, que por voluntad del Papa pasó tal cual a ser comisión conciliar, será un punto clave de referencia de toda la doctrina del Concilio sobre la Iglesia, que quedó toda ella impregnada de sentido y orientación ecuménica. El Decreto Unitatis redintegratio, junto a la Constitución Lumen gentium y el Decreto Orientalium ecclesiarum, será el mejor exponente de la entrada oficial de la Iglesia católica en el movimiento ecuménico. Influyó mucho en estos momentos la cordial amistad que se estableció entre el patriarca Atenágoras I y el papa Pablo VI.

6. El movimiento ecuménico en los años recientes

A partir del Concilio ciertamente el movimiento ecuménico tomó un nuevo rumbo, pues la Iglesia católica desde los años sesenta estableció diálogo teológico y relaciones fraternas con todas las Iglesias históricas de Oriente y de Occidente. También lo realiza directamente con el CEI, del cual sólo es miembro en la comisión doctrinal Fe y Constitución. Pero el diálogo no sólo se lleva a cabo entre interlocutores de instancias superiores en comisiones mixtas internacionales, sino también particularizado por grupos nacionales o regionales. En general, se mantienen diálogos bilaterales y también multilaterales, cuyo máximo exponente es el Documento de Lima (BEM).

Hito histórico en el diálogo bilateral doctrinal lo marcó en 1999 la firma de Acuerdo sobre la doctrina de la justificación entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial. Pero no sólo existen diálogos entre la Iglesia católica y otras Iglesias, sino también entre algunas de ellas con comisiones internacionales o nacionales. Todo ello ha creado una gran red de oración, de encuentros fraternos y de trabajo teológico serio que ha conseguido superar muchos de los muros que han dividido a los cristianos durante siglos. Desde el papado de Pablo VI y, sobre todo, con Juan Pablo II los viajes internacionales de estos papas han tenido siempre una dimensión ecuménica muy acentuada, lográndose en ellos desbloqueos de relaciones e instauración de diálogos oficiales. Históricas resultaron las visitas de Pablo VI y de Juan Pablo II a la sede del CEI en Ginebra, así como las visitas de todos los líderes cristianos a los papas de Roma. Es también destacable la labor ecuménica que a partir del Concilio se realiza en torno a la traducción conjunta de la Biblia. La Iglesia católica mantiene relaciones con sociedades bíblicas protestantes y con la Alianza Bíblica Universal, que agrupa 110 sociedades bíblicas dedicadas a la traducción y difusión del Texto sagrado. Leer y proclamar la misma Palabra de Dios en Biblias de traducción interconfesional es, sin duda, una ayuda no pequeña al camino de la unidad.

En Europa han cobrado relieve en los últimos años las asambleas ecuménicas de Iglesias de Europa, que han tenido la primera edición en 1989 en Basilea (Suiza), la segunda en 1997 en Graz (Austria) y se está preparando una tercera, que tendrá un proceso asamblear que partiendo de Roma en 2006 pasará por Alemania y culminará en Sibiú (Rumania) en septiembre de 2007.

En ellas ha sido fundamental la actividad de la KEK (Conferencia de Iglesias de Europa) y de la CCEE (Consejo de Conferencias Episcopa les Europeas). El multiplicarse en los últimos años de instituciones como los Consejos de Iglesias cristianas de nivel nacional, así como toda clase de iniciativas promovidas por los centros ecuménicos de carácter teológico y pastoral en los diversos países hace que el ecumenismo en la actualidad sea una realidad viva, si bien no exenta de dificultades y de caminos llenos de sorpresas. Por último, es importante destacar que la Iglesia católica, en la Encíclica de Juan Pablo II Ut unum sint, ha declarado su firme voluntad de hacer de este camino un compromiso «irreversible» (UUS 3).

Bibliografía
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  • C. BOYER y S. VIRGUUN (dir.), Uniti! cristiana, e movimento ecumenico, II, Roma 1975.
  • J. BRIGGS, M. AMBA ODUYOYE y G. TSETSIS (eds.), A Hisrory of the Ecumenical Movement: 1968-2000, III, Ginebra 2004.
  • H.E. FEY (ed.), The Ecumenical Advance: A History of the Ecumenical Movement 1948-1968, II, Ginebra 1986, (De estos volúmenes hay traducción italiana en 4 partes: Bologna 1973-1982).
  • R. ROUSE y S.CH. NEILL (eds.), A History of the Ecumenical Movement: 1517-1948, I, Ginebra 1986.
  • L. VISCHER (ed.), Texto y documentos de la Comisión Fe y Constitución (1910-1969) del Consejo Ecuménico de las Iglesias, Madrid 1972.
  • W.A. VISSERT HOOFT, The Genesis and Formation of the World Council of Churches, Ginebra 1982.
Publicado en:
Diccionario de Teología, Eunsa, Pamplona 2006, pp. 287-292


FUENTE:
www.almudi.org



miércoles, 21 de marzo de 2018

«MAR DE LLAMA» CHIARA LUBICH


«Mar de llama», los textos místicos de Chiara Lubich, de los focolares, a los diez años de su muerte

Este mes de marzo se cumplen diez años de la muerte de Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, presente hoy en 182 países y con unos 2 millones de miembros y simpatizantes. Murió a los 88 años y dirigió el movimiento durante 65 años. En 2015 se abrió su causa de beatificación, impulsada por el obispo de Frascati, Raffaelo Martinelli. 

En este marco se publica en la editorial Ciudad Nueva, "Mar de llama", de José María Quintas Ripoll, con el subtítulo "Los comienzos de la experiencia mística de Chiara Lubich". 

El título se refiere a su frase en una carta de 1946: “¡Concédeme Señor que pase por el mundo como un mar de llama incendiando a todos de amor por Ti!”. El libro considera que esa oración de su juventud se cumplió.

Chiara Lubich
Los inicios de una experiencia mística

Además, repasa el convencimiento de cada vez más autores de que Chiara Lubich fue una de las grandes místicas católicas del siglo XX.

«Mar de llama» quiere dar a conocer los comienzos de esa experiencia mística, basándose en los documentos que nos han quedado de su primera época, entre los años 1943 y 1949. Se trata de sus cartas de juventud. Escritas con un lenguaje joven y apasionado, de su lectura se desprenden nuevas perspectivas para la mística y la espiritualidad, sorprendentes para quien era, entonces, una joven maestra de primaria.

Ella habla de Jesús como un Dios asombroso, “¡un Dios abandonado por Dios!”. Para ella la unidad de los hombres en Dios es el fruto de la resurrección de Jesús y desde su experiencia vital nos desvela la experiencia mística de la unidad. “¡Oh, la unidad, qué diviniza belleza!” exclamaba extasiada.



"El castillo exterior"

Si Teresa de Ávila hablaba del «castillo interior», Chiara lo amplía al «castillo exterior» y añade a las noches de Juan de la Cruz la «noche de Dios». 

Nos muestra que la contemplación de Dios en medio del mundo, de sus grandes miseriasy sus fascinantes conquistas es posible. El encuentro con Dios se puede realizar no solo en la intimidad de la interioridad sino también entre el ruido ensordecedor de las calles, en las luchas por mejorar la sociedad, en las relaciones con todo hombre, en el sufrimiento compartido.

Proclamó la esperanza, en el agitado siglo XX, de poder unirse a Dios uniéndose al destino de los hombres y “participando de los designios de Dios sobre la humanidad, trazar sobre la multitud estelas de luz y, al mismo tiempo, compartir con el prójimo la injuria, el hambre, los golpes, las breves alegrías”.

“He aquí el gran atractivo de nuestro tiempo: penetrar en la más alta contemplación y permanecer mezclado con todos, hombre entre los hombres”, afirmó. 

Más información sobre el Movimielto Focolar:

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FUENTE:
www.religionenlibertad.com