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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

martes, 2 de agosto de 2016

ECUMENISMO EN CLAUSURA



ENCUENTRO CON: HNA. MARI CARMEN, ECUMENISMO EN CLAUSURA

 por la Hermana Mari Carmen Ramírez, OSC 

Estimada/os lectora/es de: PAZ Y BIEN.

Tiene el gusto de escribirles una simple hermana clarisa, por ello uso nuestro típico saludo franciscano, que a su vez se remonta de la cultura hebrea, para acercarnos y dar acogida allí donde nos encontremos. 

Encantada acepté la invitación del hermano Víctor en una pequeña aportación para esta revista, entusiasmada con éste proyecto ecuménico que es el “camino” representativo de quienes soñamos con un mundo fraterno, solidario y pacífico.

Desde nuestro pequeño rincón, en un convento segoviano, en la periferia Sur de Cuéllar, se desenvuelve mi vida desde hace más de 20 años… ¡casi nada!! Generalmente se nos conoce como “monjas de clausura”. Ciertamente la clausura determina nuestro estilo de vida, pero dicho término es tan determinante como insuficiente: no es prioridad en sí misma sino un medio. He aquí que debemos ir todos los días “al cole del Evangelio” para nuestro corazón, en nuestros gestos fraternos y acciones afectivas-efectivas, que tienen que ver en el estilo de cómo acoger a los pobres que se nos acercan al torno, nuestro trabajo en la lavandería industrial, en nuestra liturgia participativa, en nuestros espacios de acogida…. 

Las hermanas clarisas tenemos nuestras raíces carismáticas en Francisco y Clara de Asís. Por tanto, la vida contemplativa clariana no podrá ser igual que otras contemplativas (carmelitas, cistercienses, dominicas, etc.). La vida contemplativa es tan rica como compleja. Tampoco la “vida contemplativa” es monopolio de conventos o monasterios, ¡gracias a Dios! ¡Cuántos ejemplos recibimos de personas que ni si quiera se consideran “practicantes” e incluso no creyentes!, pero su forma de actuar o de ser nos recuerdan a “Evangelio vivo”.

Después de ochocientos años de fundación nuestro horizonte continúa siendo: “vivir el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. Estas palabras están al inicio de la Regla de Francisco de Asís, que luego copiara Clara. Son ocho siglos que nos retan a conservar el contenido, pero que inevitablemente las formas se transforman, pues los contextos sociales y culturales también cambian.

En nuestra una cultura digital las distancias físicas se diluyen en milésimas de segundos. Las hermanas se asombran cada vez que nos comunicamos vía webcam con otras hermanas de Bolivia. Nuestros conventos corren el peligro de quedarse en “insignificantes piedras” o, por el contrario, punto de referencia para nuestro/as vecino/as, por ejemplo. Y es que vivir el santo Evangelio no empieza en más allá, sino en “quien está más acá”. Por esto mismo el camino ecuménico empieza siempre en casa: el primer paso es el corazón de cada una de nosotras al vivir en fraternidad, luego siendo conscientes de nuestra pertenencia a un colectivo en la Iglesia, y así se va ampliando el punto de mira hasta llegar a la casa común que habitamos en el Planeta Tierra.

Hablar de ecumenismo nos ha de llevar a la práctica de la acogida de un mundo multicolor. Siempre practicando la “minoridad” que Francisco de Asís descubrió en su conversión, o sea: diálogo sin monopolios y gestos comunes fraternos. En éste sentido también cuánto nos enseñó Charles de Foucauld en su presencia pacífica, tierna y “confidente” en medio del desierto.

Les podría hablar de algunas experiencias ecuménicas que no sé si calificarlas así, pero sin duda tienen mucho de ello. Notamos que muchos hermanos ortodoxos saben que aquí tienen acogida (vía torno o en nuestras Eucaristías dominicales acuden a veces); ponemos rostros concretos también a personas de confesión evangélica (incluso su obispo nos instaló el primer sistema de calefacción, por ejemplo). No son muchos ejemplos, aún habría algunos más, pero siempre por poco se empieza. Sin duda el mejor comienzo siempre es por el corazón. Comparto con ustedes la oración de Francisco ante el Cristo de San Damián, que le “llamó” a “reconstruir la Iglesia que amenaza en ruinas”. Este Cristo, precisamente, lo tuvo delante Clara de Asís y sus primeras hermanas durante unos cuarenta años. Nosotras también quisimos poner una reproducción de forma relevante en un lugar muy especial para nosotras, que es la capilla interior. Ante ese Cristo oramos la Liturgia de las Horas de Vísperas, transcurriendo infinitos minutos fraternos y personales “tratando de amistad con quien sabemos nos ama”.

“Oh alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón,
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento”.

Recibid mi abrazo fraterno, vuestra hermanilla Mari Carmen.



FUENTE:
“Comunidad Ecuménica HOREB–Carlos de Foucauld”
Web www.horebfoucauld.wordpress.com








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