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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 30 de marzo de 2016

EL PSEUDO-SÍNODO DE LEÓPOLIS - III PARTE

EL PSEUDO-SÍNODO DE LEÓPOLIS (10-III-1946)

III

CARIDAD Y VERDAD

Escenario inter-eclesial. – 

Complejo y confuso veo ahora mismo el panorama ecuménico de Ucrania entre ortodoxos y católicos. La caída de la URSS acarreó para los primeros tres jurisdicciones, cuya especificación es, en síntesis, como sigue: 

1. - Iglesia ortodoxa de Ucrania vinculada al patriarcado de Moscú. Su cabeza desde el 13-8-14 es el metropolita Onufriy Berezovsky. La más numerosa. Según estadísticas gubernamentales, cuenta con 7.541 parroquias y sede en el Monasterio de las Cuevas (Pecherska Lavra) en Kiev. Geográficamente tiene presencia muy señalada en las regiones occidentales del país y, con anterioridad al 95, también en la diáspora canadiense y estadounidense, la mayoría de cuyas comunidades se integraron, sin embargo, en dos jurisdicciones bajo Constantinopla: Iglesia ortodoxa ucraniana de los EE.UU. y la Diáspora, e Iglesia ortodoxa ucraniana en Canadá. 

2. - Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev. Por tamaño es la segunda. Su líder, el autoproclamado patriarca Filaret I, con sede en la Iglesia de San Vladimiro de Kiev. Desde su elección el 22-10-95, Filaret Denisenko se ha manifestado públicamente arrepentido por su antigua actitud colaboracionista con el régimen soviético (sergianismo), así como también por haber apoyado la persecución a las Iglesias nacionales ortodoxa ucraniana autocéfala, y greco-católica de Ucrania.

3.- Iglesia ortodoxa ucraniana autocéfala canónica. La más pequeña, sin duda. Cuenta, no obstante, con 1.085 parroquias, la mayoría en zona occidental de Ucrania. Su líder es el metropolita Vladika Moisés. Su presencia es significativa en la diáspora, si bien muchas de tales jurisdicciones están actualmente bajo Constantinopla en las arriba citadas ortodoxa ucraniana de los EE.UU. y la Diáspora, o también en la ortodoxa ucraniana en Canadá. 

Las encuestas del Servicio Sociológico de toda Ucrania en el siglo XXI son reveladoras: en 2004, un 50,4% de los ortodoxos se declaraban pertenecientes al patriarcado de Kiev, de Filaret; el 26,1% a la Iglesia ortodoxa de Ucrania del hoy metropolita Onufriy; y un 7,3% a la Iglesia ortodoxa ucraniana autocéfala. Durante 2009 hubo los primeros contactos serios entre los patriarcados de Kiev y de Moscú al objeto de conformar comisiones de diálogo bilateral y abrir vías de solución al conflicto jurisdiccional que los enfrenta. El metropolita Vladika Moisés, en cambio, cuenta, al parecer, con muy discreto apoyo de Constantinopla. 

Todos los gobiernos de la República de Ucrania de la era post-soviética apoyaron, más o menos abiertamente, al patriarcado de Kiev. Sin embargo, con la llegada al poder del presidente Yanukovich en febrero de 2010, la situación cambió: y Filaret I de Kiev no fue convocado para realizar los actos de investidura del nuevo presidente, de tendencia pro-rusa. El nuevo mandatario se inclinó esta vez por el patriarca Kirill de Moscú para que presidiera la ceremonia[i]. Las cosas han venido después a complicarse todavía más con la guerra en Ucrania y la anexión de Crimea. Lo cual no ha hecho sino radicalizar de largo el nacionalismo ucranio anti-moscovita. 

En este mapa religioso cumple colocar la Iglesia greco-católica de Ucrania. Durante los meses de protesta por la guerra, el Consejo de Iglesias ucranianas desempeñó una tarea de mediación con el presidente Viktor Yanukovich, llegando allí donde los políticos de la oposición habían fracasado. La tienda-capilla instalada en la Plaza Maidán (Plaza de la Independencia), donde incluso se celebraron algunas liturgias ecuménicas, ha sido definida ya como «la iglesia más importante de Ucrania». Hasta qué punto podrán estas confesiones cristianas dispares entre sí cambiar la sociedad ucraniana si las heridas del pasado aún no han cicatrizado, es lo que está por ver. 

En mis anteriores entregas aclaré que los greco-católicos fieles al Papa, concentrados en las regiones occidentales del país, antes de la independencia de Ucrania eran una Iglesia clandestina. Stalin los borró del mapa con la connivencia de la Iglesia ortodoxa, que en 1946 (pseudo-Sínodo de Leópolis) admitió su anexión a la fuerza y se quedó tan ancha. De ahí que, luego de su rehabilitación, la mayor parte de los templos que durante más de cuarenta años habían pertenecido formalmente al patriarcado de Moscú reanudaran su actividad sin demasiadas ceremonias. Sus acusaciones a los ortodoxos del Este de complicidad con la dictadura comunista son comprensibles. 

También por nacionalismo las Iglesias ortodoxas de Ucrania, menos la de Moscú, se pusieron a favor de la revuelta en la Plaza Maidán. La de Filaret, además, polemizando con el Este filo-ruso y con Putin. Los de obediencia moscovita, mayoría, atraviesan, pues, una situación más que delicada: su vínculo con el patriarca Kirill, deberá replantearse por completo mediante nuevas formas en que la unidad se exprese sin equívocos[ii]. La anexión de Crimea ordenada por Vladimir Putin, además, ha dejado en muy mal lugar a Kirill, y la guerra en Ucrania no ha hecho sino que las Iglesias del lugar, excepto la dicha, cierren filas contra él, Kirill, a quien consideran aliado de Putin. Oscuro punto este, pues, para reflejarlo tal cual en la Declaración común de La Habana. Porque, evidentemente, no estaba la Magdalena para tafetanes.

Reacciones de la Iglesia greco-católica. – 

El Arzobispo mayor de Kiev-Galitzia y toda Rusia y Primado de la Iglesia greco-católica ucraniana, Sviatoslav Shevchuk, es un religioso ucranio de nota nacido en Stryj el 5-5-1970. Joven de 46 años, pues, y estudiante en el Angelicum y la Gregoriana –domina nueve idiomas--, el 7-4-09 fue consagrado obispo y el 10-4-10 nombrado Administrador Apostólico de Santa María del Patrocinio en Buenos Aires. A él se refirió el papa Francisco en la rueda de prensa a bordo del avión de México a Roma: 

«Sobre la declaración de los ucranianos: cuando la leí, me preocupé un poco, porque la hizo el arzobispo mayor de Kiev-Halyc de los ucranianos, Sviatoslav Shevchuk. Yo conozco muy bien a Sviatoslav, trabajamos 4 años juntos en Buenos Aires. Cuando, a los 42 años, fue elegido arzobispo mayor, vino a despedirse y me regaló un ícono de la Virgen de la ternura, y me dijo: ‘Me ha acompañado toda la vida, quiero dejártela a ti, porque me has acompañado estos cuatro años'. Y la tengo en Roma, entre las pocas cosas que me llevé de Buenos Aires. Lo respeto, nos hablamos de tú; me pareció un poco extraña su declaración. Pero, para comprender una noticia o una declaración hay que buscar la hermenéutica de conjunto. Y esa declaración de Shevchuk está en el último párrafo de una larga entrevista. Él se declara hijo de la Iglesia, en comunión con el Obispo de Roma, habla sobre el Papa y su cercanía al Papa. Sobre la parte dogmática, ninguna dificultad: es ortodoxa en el buen sentido de la palabra, es decir es doctrina católica. Y luego cada quien tiene el derecho de expresar sus opiniones, son sus ideas personales. Todo lo que dijo fue sobre el documento, no sobre el encuentro con Kirill. El documento es discutible, y también hay que añadir que Ucrania está en un momento de guerra, de sufrimiento: muchas veces he manifestado mi cercanía al pueblo ucraniano. Se comprende que un pueblo en esa situación sienta esto, el documento es opinable sobre esta cuestión de Ucrania, pero en esa parte de la declaración se pide detener esta guerra, que se llegue a acuerdos. Yo, en lo personal, espero que los acuerdos de Minsk sigan adelante y que no se borre con el codo lo que se escribió con la mano. He recibido a ambos presidentes, y por eso cuando Shevchuk dice que escuchó a su pueblo decir esto, lo comprendo. No hay que espantarse por esa frase. Una noticia debe ser interpretada con la hermenéutica del conjunto, no de la parte»[iii]

En marzo de 2011 Sviatoslav Shevchuk fue, efectivamente, elegido, confirmado por el papa Benedicto XVI y entronizado como Arzobispo mayor de Kiev-Halyc. El domingo 14-2-16, concedió una amplia entrevista publicada (ucraniano e inglés) en la web oficial de su Iglesia. Entresaco de la misma, entre otras, estas perlas:

El entonces obispo Shevchuk en conversación con el 
arzobispo Bergoglio: ambos vivían en Argentina 
y se trataban con frecuencia 


«Son muchos los que se sienten traicionados por el Vaticano, decepcionados por la naturaleza de media verdad de este documento, que ven como un apoyo indirecto de la Santa Sede a la agresión rusa contra Ucrania». Severa crítica esta compartida, además, por el nuncio apostólico en Ucrania, arzobispo Claudio Gugerotti. Aunque la Declaración contiene elementos positivos, «los puntos que conciernen en general a Ucrania, y en particular a la Iglesia greco-católica ucraniana –prosigue Sviatoslav-, levantan más preguntas que respuestas». «Oficialmente se ha informado de que este documento es fruto del esfuerzo conjunto entre el metropolita Hilarión (Alfeyev), por parte ortodoxa, y del cardenal Koch con el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos (CPPUC), por parte católica. Para un documento que se entendía como no teológico, sino esencialmente socio-político, es difícil imaginar un equipo más débil del que ha redactado este texto. El citado Consejo Pontificio es competente en campo teológico de las relaciones con las distintas Iglesias y comunidades cristianas, pero no es experto en materia de política internacional, en especial en materias tan delicadas como la agresión de Rusia en Ucrania. Por consiguiente, la impronta deseada para el documento ha ido más allá de sus capacidades. Esto ha sido utilizado por el Departamento de asuntos exteriores de la Iglesia ortodoxa rusa que, en primer lugar, es el instrumento de la diplomacia y de la política externa del patriarcado de Moscú». 

Entiendo que lo más duro viene a continuación en esta frase: «Quisiera observar que, como cabeza de nuestra Iglesia, soy miembro oficial del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, nombrado por el papa Benedicto. Sin embargo, nadie me ha invitado a expresar mis pensamientos y, por lo tanto, en sustancia, como ya había sucedido en el pasado, han hablado de nosotros sin nosotros, sin darnos una voz». Esto en ecumenismo es grave: Unitatis redintegratio determina oír siempre a la otra parte –ubi unusquisque par cum pari agat (UR, 9)-, máxime si no es otra, como aquí, sino la misma. ¿No piensa igual Koch?

Cabeza visible de más de cinco millones de greco-católicos ucranios, Sviatoslav no censura el encuentro de La Habana ni deja en mal lugar al papa Francisco; sí a Kirill. Tampoco dice lo que algunos titulares de prensa le han hecho decir: «El Papa apoya la agresión rusa». No es él tan cortito como para no advertir de largo la necedad de semejante frase. Pero, eso sí, al ocuparse del exhorto ruso-vaticano «ortodoxos y greco-católicos necesitan reconciliación y formas recíprocamente aceptables de convivencia», tampoco le duelen prendas en añadir que «hemos hablado de esto durante mucho tiempo y tanto el cardenal Myroslav Iván Lubachivsky como su beatitud Lubomyr [Husar] han hecho a menudo llamamientos a nuestros hermanos ortodoxos con palabras similares, pero sin recibir nunca respuesta. Espero que seamos capaces de mejorar las relaciones bilaterales con la Iglesia ortodoxa ucraniana, moviéndonos en esta dirección sin interferencias por parte de Moscú». El cardenal Koch ha querido sentar juntos a Hilarión y Sviatoslav, y no ha sido posible por excusas del ruso…

En cuanto a las maniobras de Hilarión, Sviatoslav tampoco deja duda: «La novedad que se resalta –puntualiza- es que la declaración de Balamand de 1993, utilizada hasta este momento por el metropolita Alfeyev (Hilarión) para negar nuestro derecho a existir, es utilizada ahora para afirmarlo. Insistiendo sobre el rechazo del “uniatismo” como método de unión entre las Iglesias, Moscú siempre ha pedido al Vaticano una prohibición virtual de nuestra existencia y la limitación de nuestra actividad. Además, este requisito había sido siempre planteado como una condición, bajo forma de ultimátum, para la posibilidad de un encuentro entre el Papa y el patriarca». ¿Antes no y en Cuba sí? Asegura rotundo Sviatoslav que «las Iglesias y las organizaciones en Ucrania no han apoyado nunca la guerra y han actuado constantemente por la paz social y la armonía». Y sobre el ataque del polémico Hilarión a las tesis de “ucranianos cismáticos y uniatos”, deja este recadito: «prácticamente nos ha acusado a nosotros de ser la causa de la guerra en Ucrania oriental» (¡!). Ya es tener miopía o cosa peor.

El pseudo-Sínodo de Leópolis y la Declaración de La Habana. – 

El malestar greco-católico por la Declaración es evidente. «Debemos recordar que nuestra unidad y plena comunión con el Santo Padre, sucesor de Pedro, no es el resultado de un acuerdo político o de un compromiso diplomático, o de la claridad del texto de una declaración común. Es cuestión de fe. Al papa Francisco y a cada uno de nosotros Cristo, en el Evangelio de Lucas, dice: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc 22,31)».

Sviatoslav hace diana cuando afirma que «por esta unidad con la Sede Apostólica han dado su vida, en el siglo XX, los mártires y los confesores de fe de nuestra Iglesia, sellándola con su sangre. Mientras conmemoramos el septuagésimo aniversario del pseudo-Sínodo de Leópolis, saquemos fuerza de este testimonio, de su sacrificio que, hoy, parece a veces ser un obstáculo, una piedra que los constructores de las relaciones internacionales frecuentemente rechazan. Y sin embargo, es precisamente esta piedra de Cristo de la fe de Pedro la que el Señor convertirá en piedra angular del futuro de todos los cristianos. Y será “una maravilla para nuestros ojos"».

El metropolita Hilarión de Volokolamsk, uno de los redactores de la Declaración, respondió duramente a Sviatoslav el miércoles 17-2-16 a través de la agencia rusa Interfax: «Esta reacción –replicó- ha sido muy negativa, muy insultante no solo hacia nosotros, sino también hacia el Papa. Esas declaraciones demuestran que la administración de la Iglesia greco-católica ucraniana no ha cambiado su postura: no solo no están dispuestos a escuchar la voz de nuestro patriarca, sino tampoco la de su Papa». A Hilarión, sin embargo –cuya hostilidad, a lo que se ve, dista mucho de haber remitido-, habría que preguntarle: “¿Cuándo han pedido ustedes perdón a la Iglesia greco-católica de Ucrania por el atropello ecuménico del pseudo-Sínodo de Leópolis en 1946, donde la Iglesia ruso-ortodoxa permitió un acto anticanónico y obedeció a Stalin y al régimen ateo de la URSS en detrimento de una Iglesia cristiana?”. Luego de pedir perdón, ustedes podrán hacer los reproches que quieran a los greco-católicos. Antes no. Primero tendrán que lavar con lejía la horrenda mancha anti-eclesial que supuso Leópolis. En tanto eso no se produzca, los pasos ecuménicos de greco-católicos ucranios y de ruso-ortodoxos tampoco discurrirán por caminos rectos. Las otras Iglesias de Ucrania, menos la vinculada con Moscú, de alguna manera ya lo han hecho. Lo triste es que haya tenido que ser instigadas por la Guerra.

La greco-católica de Ucrania procedió en diciembre de 2002 a trasladar la residencia de su primado cardenal Husar, desde Leópolis a Kiev. Asimismo entonces se reunió el Sínodo greco-católico y decidió por voto unánime considerar a dicha Iglesia como un patriarcado de facto, si bien Husar no llegó a usar el título formalmente. Tendría que permitirlo antes el Papa. El patriarcado de Moscú, faltaría más, está sobre aviso. Kirill en 2002, no patriarca todavía, se permitió acusar a la Santa Sede de llevar a cabo «un plan expansionista» a expensas de la Iglesia ortodoxa en su propio territorio, y sostuvo de paso que erigir un patriarcado greco-católico en Kiev, «produciría efectos catastróficos en las relaciones entre ambas Iglesias». Corriendo 2004 no dudó en sumarse a esa tesis Bartolomé I, quien, de visita en Roma, llegó a pedir a san Juan Pablo II no ratificar el deseo de los greco-católicos de Ucrania, puesto que, de hacerlo, no solo agravaría sus ya conflictivas relaciones con la Iglesia ortodoxa rusa, sino que lo haría también con la totalidad de las Iglesias ortodoxas, las cuales, como es lógico, no dejarían de solidarizarse con Moscú.

Otro detalle molesto a los ruso-ortodoxos es la buena relación entre los greco-católicos ucranios y el patriarcado de Kiev, hecho que se reflejó durante la visita de Juan Pablo II a Ucrania (2001), donde fue recibido por Filaret; y donde existen proyectos de crear Academias Teológicas para formación de clero en común entre ambas Iglesias. A primeros de junio de 2005, el patriarcado de Kiev firmó de igual modo un acta de entendimiento con la Iglesia ortodoxa ucraniana autocéfala canónica. Cabe afirmar, pues, que el patriarcado de Kiev lleva camino de convertirse en la jurisdicción con más amplísima mayoría de fieles en toda Ucrania. Filaret, en fin, tampoco se privó de dar otro disgusto al patriarcado de Moscú asistiendo el 27-3-11 a la entronización y abrazando públicamente al nuevo Arzobispo mayor greco-católico Sviatoslav Shevchuk, como refleja la foto adjunta.

El patriarca Filaret al nuevo Arzobispo mayor su beatitud Sviatoslav (Shevchuk):
"Espero que las relaciones entre nosotros serán tan constructivas y amigables
como estaban con su beatitud Lubomyr" (27-3-2011)

El Sínodo de la Iglesia ortodoxa ucraniana del patriarcado de Moscú, con su elección de Onufriy como nuevo jefe el 13-8-14, evitó, al menos de momento, la escisión definitiva de los ortodoxos ucranios de Moscú. Logró el apoyo de la mayoría de los 74 obispos con derecho a voto en el sínodo y se impuso a Simeón, uno de los tres eclesiásticos que reunieron más apoyos tras la primera votación secreta. Simeón, arzobispo de Vínnitsa, es partidario de que la Iglesia ortodoxa rusa en Ucrania se independice de Moscú y se reunifique con la ortodoxa ucraniana del patriarcado de Kiev, escindida de Moscú desde 1992 y no reconocida por ninguna de las numerosas Iglesias ortodoxas en el mundo[iv]. El patriarcado de Kiev, además, reaccionó al vuelo cuando la elección de Onufriy señalando que ello «demuestra en la práctica la dependencia de la mayoría de los obispos de esa Iglesia de la doctrina del 'mundo ruso', base ideológica de la actual agresión (de Rusia) contra Ucrania». Fue más lejos incluso: instó prácticamente a la rebelión a los votantes de Simeón tras descartar cualquier diálogo con Onufriy.

«No se trata de un ecumenismo doctrinal, no nos hemos puesto de acuerdo sobre cuestiones teológicas», explica, por su parte, el filósofo ortodoxo de la Iglesia ortodoxa rusa del patriarcado de Moscú, Aleksander Filonenko: «Durante la revuelta (guerra en Ucrania), la fe de todos tuvo que enfrentarse al mismo desafío, y cada uno ha sido para el otro un testigo de la fe. Esta lógica del testimonio ha sido más grande que las divisiones. Es algo absolutamente inédito en las relaciones interconfesionales aquí». 

El comunicado del patriarcado de Kiev, por su parte, elude andarse con medias tintas: «Llamamos al diálogo y cooperación a aquellos obispos, curas y fieles de la Iglesia ortodoxa ucraniana del patriarcado de Moscú que son conscientes de la necesidad de rechazar un poder eclesiástico impuesto y desean sinceramente superar la escisión de la ortodoxia ucraniana para crear una Iglesia ortodoxa (ucraniana) unida». El propio jefe del Gobierno ucraniano, Arseni Yatseniuk, pidió a los 74 obispos de la Iglesia ortodoxa rusa (del patriarcado de Moscú) que eligieran a un patriarca dispuesto a independizarse de Moscú y pronto a reunificar a todos los ortodoxos ucranianos bajo el paraguas de una sola Iglesia. Y en marzo del 2014 ha saltado lo de Crimea. La verdad es que Putin se lo ha puesto a Kirill más que difícil con la anexión de Crimea[v].

El Papa y su beatitud Sviatoslav Shevchuk - Osservatore Romano (5-3-2016)

Mensaje de Francisco a su beatitud Sviatoslav Shevchuk.-

El papa Francisco acaba de escribir un mensaje a su beatitud Sviatoslav Shevchuk el 5-3-2016, con motivo del 70º Aniversario del pseudo-Sínodo en Leópolis[vi], que al día siguiente publicaron también las agencias religiosas, Zenit entre otras[vii]. La referencia al atropello de Leópolis destaca en el texto: «La Iglesia greco-católica ucraniana en estos días –dice- conmemora los tristes acontecimientos de marzo del 1946. Setenta años hace ahora, el contexto ideológico y político, así como las ideas contrarias a la existencia misma de vuestra Iglesia, llevaron a la organización de un pseudo-Sínodo en Leópolis, provocando en los Pastores y en los fieles decenios de sufrimiento».

De ahí que «en el recuerdo de estos sucesos –asegura el Papa-, inclinamos la cabeza con profunda gratitud frente a aquellos que, también con el precio de tribulaciones e incluso del martirio, durante este tiempo han testimoniado la fe, vivida con devoción en la propia Iglesia y en unión indefectible con el Sucesor de Pedro. Al mismo tiempo –prosigue– con ojos iluminados por la misma fe, miramos al Señor Jesucristo, poniendo en Él, y no en la justicia humana, toda nuestra esperanza». 

Bien asido a 1 Pt 3,13-15, Francisco reconoce su fe y les anima a «hacerse incansables testigos de esta esperanza que hace más luminosa nuestra existencia y la de todos los hermanos y hermanas a nuestro alrededor». Hasta procura dejar a continuación, este dulcísimo desahogo para la jerarquía greco-católica: «Renuevo también mi solidaridad a los Pastores y a los fieles por cuanto hacen en este tiempo difícil, marcado por las tribulaciones de la guerra, por aliviar los sufrimientos de la población y por buscar las vías de la paz para la querida tierra ucraniana». Hay, sin duda, Slipyjs redivivos… Remito a mis lectores a la segunda entrega de esta trilogía.

El jueves 3-3-16, Sviatoslav Shevchuk, presidía la Divina Liturgia concelebrada con la jerarquía greco-católica en el altar mayor de la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, al final de la cual no dejaba de achacar al Maligno la sugerencia de unirse a los ortodoxos «para no ser un obstáculo» [al ecumenismo]. Y el sábado 5-3-16, Francisco recibió a Sviatoslav y otros miembros del Sínodo Permanente de la Iglesia greco-católica ucraniana, que aprovecharon la ocasión para expresarle su malestar por el documento firmado en La Habana, por lo que ellos consideran una traición y una cesión a los intereses, no solo de los ortodoxos, sino también del presidente de Rusia, Vladimir Putin. Hasta el nuncio apostólico en Ucrania, monseñor Claudio Gugerotti, lo ha tachado de «texto para el olvido». 

La Guerra ucraniana y lo de Crimea, pues, colea. Y aún más el pseudo-Sínodo de Leópolis. Los medios no han dejado de resaltar el silencio de Kirill a los discursos victoriosos de Putin por lo de Crimea: el inquilino del Kremlin le ha puesto en un brete del que veremos cómo sale. Ya desde Gorbachov y Yeltsin, Kirill abogó como nadie por una nueva ideología estatal post-soviética, basada en la restauración ideal de la Santa Rusia, vista en cuanto Estado-Iglesia, capaz de defender en la patria y en el extranjero los valores cristianos en un mundo secularizado. Él expresa la reencarnación del modelo «josifiliano», del monje Josif de Volokolamsk que en 1500 creó la idea de la Iglesia «constitutiva del Estado», una de sus expresiones favoritas, ideal realizado luego por el zar Iván el Terrible, que es el verdadero referente de Putin. Lo de Crimea, no obstante, ha dejado a Kirill tocado. Sus visitas a Ucrania no bajan de 30 en siete años patriarcales. ¿Para qué? ¿Surgirá en Ucrania una [otra, porque ya hay dos] Iglesia [ortodoxa] independiente de Moscú? ¿Qué hacer con la diócesis de Crimea, convertida en rusa a nivel civil? ¿Pasará directamente al patriarcado de Moscú? ¿Y si Kiev no estuviese de acuerdo? Este horizonte inquieta lo suyo a Kirill. Desde un punto de vista eclesiástico, Ucrania supone casi la mitad de las parroquias del patriarcado de Moscú (13.000 parroquias ucranianas frente a las 15.000 rusas). Cerca del 60% del clero moscovita es de Ucrania, incluyendo numerosos obispos que trabajan en la propia Rusia. 

La reciente elección de Onufriy, filo-ruso, ha tranquilizado a Kirill, por supuesto, aunque no definitivamente. Se sabe que el competidor, ya digo, era y sigue siendo partidario de la integridad del estado ucraniano y de su Iglesia independiente de Moscú. Tarde o pronto, pues, llegará. La Iglesia de Onufriy, de obediencia por ahora moscovita, se expone no poco al aparecer ante los ojos de los ucranianos como la «Iglesia invasora». Ello puede redundar en mayor autonomía y autoridad, no solo de Filaret Denisenko y su patriarcado de Kiev, hoy muy debilitado pero numeroso, sino también de la Iglesia greco-católica de Sviatoslav Shevchuk, que tiene su bastión de Ucrania occidental y que ha apoyado las protestas de Maidán y la revolución en Kiev.

Kirill, por otra parte, teme asimismo perder su posición dominante en la entera comunión ortodoxa, que en 2016 acudirá al Santo y Gran Concilio pan-ortodoxo en Creta, primero de la historia milenaria de la Ortodoxia. Moscú representa el 70% de los ortodoxos en el mundo, es cierto; pero, si su jurisdicción fuese dividida, se arriesgaría a terminar siendo otra minoría más. Podría ser la tumba de las ambiciones ruso-ortodoxas de guiar el mundo cristiano en contraposición (o al menos a la par) con el Papa de Roma. La gran Rusia, anexionándose Crimea, en vez de ensancharse podría terminar siendo, en realidad, más pequeña. Seguro que estas y otras consideraciones análogas pesaron lo suyo en el encuentro de Cuba. Más hubiera ganado Kirill, desde luego, de haber pedido primero perdón a la Iglesia greco-católica de Ucrania por lo de Leópolis y, con ánimo reconciliador, de haber convivido con ella en paz y armonía, como las de Ucrania, y no empeñado en seguir recurriendo a su delfín Hilarión para que largue en ruedas de prensa descalificaciones y despropósitos. Entonces sí que, dado ese paso adelante, estaría practicando un ecumenismo en Caridad y Verdad. 

El Sínodo Permanente de la Iglesia greco-católica de Ucrania junto al papa Francisco y el arzobispo mayor Sviatoslav, al final de la audiencia. Papa y Arzobispo sostienen el regalo al Papa: el Icono de María Reina de la Misericordia (5-3-2016)


NOTAS:
 
[ii] Fiore, L., La Iglesia en medio. UCRANIA / Ante una encrucijada: Huellas N.4, Abril 2014 (http://www.revistahuellas.org/?id=266&id2=170&id_n=6158). 
[v] Vladimir Rozanskiy: El Patriarca de Moscú, normalmente aliado de Putin, molesto y perjudicado por la anexión de Crimea (AsiaNews): http://www.religionenlibertad.com/el-patriarca-de-moscu-normalmente-aliado-de-putin-molesto-y-perjudicado-34604.htm
[vi] Messaggio del Santo Padre Francesco a Sua Beatitudine Sviatoslav Shevchuk, Arcivescovo Maggiore di Kyiv-Halyč (5.III.2016).(http://w2.vatican.va/content/francesco/it/messages/pont-messages/2016/documents/papa-francesco_20160305_messaggio-beatitudine-shevchuk.html); “La heroica Iglesia católica en Ucrania”: Ecclesia, n. 3.823 (19-III-2016) 31 (443). 

Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA 
Teólogo y ecumenista 


Pueden encontrar las partes I y II de este artículo en:









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