Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 25 de marzo de 2015

CONVERTIRSE EN PRÓJIMO

TEXTO PARA CUARESMA


Convertirse en prójimo

En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Jesús le contestó: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo.» Entonces le dijo: «Has respondido correctamente: obra así y vivirás». Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús le contestó: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta. ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?» Contestó: «El que lo trató con misericordia». Y Jesús le dijo: «Ve y haz tú lo mismo». (Lucas 10, 25-37) 

La pregunta que hace el hombre a Jesús es muy directa «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Podríamos traducirlo así: ¿qué debo hacer para estar realmente vivo, para que mi vida no sea una vida para la muerte, sino una vida para la vida, una vida para siempre?. La respuesta de Jesús apela a las habilidades de este hombre, que es experto en la Ley, en otras palabras, un especialista en la Escritura: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué es lo que lees?» El hombre responde asociando dos pasajes bíblicos: La primera parte, sobre amar a Dios, viene del Libro del Deuteronomio (6,5). La segunda, sobre amar al prójimo, viene del Libro del Levítico (19,18). Aunque ambos textos son bien conocidos, ponerlos juntos es algo novedoso. El hombre hace que uno confluya con el otro. La palabra "amor" no se repite dos veces, como podríamos esperar, sino solo una vez. Amar al prójimo no es, por tanto, una segunda realidad añadida a la primera. Dios y el prójimo son parte de un mismo movimiento, el mismo amor. Y por esto Jesús felicita al hombre. Esto es lo que es esencial a fin de encontrar la verdadera vida.

Pero el hombre no se detiene ahí. ¿Y quién es mi prójimo?, pregunta. El mundo en el que vivió Jesús ya era un mundo multicultural. En el Imperio Romano, personas, culturas y religiones estaban mezcladas. Pero seguramente la respuesta a esta cuestión habría sido evidente, en cualquier caso, para muchas personas en ese momento: mi vecino es ante todo un miembro de mi propia gente. Aunque hay que respetar los extranjeros, e incluso ofrecerles hospitalidad, siguen siendo los extranjeros; ellos no son "mis prójimos".

Jesús contesta con una parábola. Un viajero anónimo, solo e indefenso, es asaltado y dado por muerto. Dos personas pasan a su lado y le abandonan a su suerte. ¿Por qué el sacerdote y el levita no se detienen? ¿Tenían miedo? ¿Creían que el hombre ya estaba muerto y por lo tanto impuro? El camino de Jerusalén a Jericó era de 25 kilómetros. Atravesaba una región casi deshabitada y era conocido por sus bandidos. ¿Quién no habría tenido miedo? Contrariamente, el samaritano parece totalmente despreocupado. Está lleno de compasión por lo que ve. El texto expresa un dilema que todos experimentamos: estar atrapado entre nuestras buenas intenciones y nuestros miedos.

Todo lo que sabemos sobre este hombre es que es un samaritano, es decir, un habitante de Samaria, un país vecino hostil con el pueblo judío. Cuando San Juan describe el encuentro de Jesús con la mujer samaritana junto a un pozo, él simplemente dice, "los judíos no se tratan con los samaritanos." Este hombre no es sólo un no-judío; es algo peor que eso: un miembro de una nación considerada como inaceptable.

En la parábola, la amabilidad no viene del levita o del sacerdote -que son los que deberían reconocer el herido como su vecino-, sino de una persona desconocida de quien no era de esperar ninguna simpatía. La verdadera bondad es siempre algo inesperado. No nos pertenece a nosotros. Pertenece a Dios; es de todos y para todos. Observemos la acumulación de detalles que la historia da, todas las cosas que el samaritano hace por el viajero herido. Él venda sus heridas, lo sube a su cabalgadura, lo lleva a una posada y se hace cargo de él durante la noche. Al día siguiente le deja dinero al posadero, dos denarios -el salario de dos días para un trabajador en aquellos días-, y dice que va a volver. Él sabe dar sin llevar la cuenta, y nadie le ve para alabarle, excepto el posadero. La parábola nos hace ver todos estos actos para que podamos reconocernos en ellos: curar, transportar, vigilar, dar, volver...

Después Jesús dice: «¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?». El hombre contesta: «El que lo trató con misericordia». Jesús dice: «Ve y haz tú lo mismo». La conversación es sutil. El experto en la Ley no habla de “el samaritano”, sino de “el que tuvo misericordia”. Ya no ve a un samaritano y a un judío; simplemente ve a una persona que hizo el bien y a otro que estaba necesitado.

En comparación con el principio de la historia, la pregunta ha cambiado. Al final, Jesús no le pregunta al experto en la ley “¿quién es mi prójimo?”, sino “¿quién era el prójimo de la persona que fue asaltada por los ladrones?”. La perspectiva se invierte. Uno ya no puede preguntarse quién es mi prójimo y quién no. Ya no intento dividir a aquellos que conozco en dos grupos. En lugar de eso, me pregunto a mi mismo: “¿Estoy actuando como prójimo? ¿Soy un prójimo? Intentar saber quién debe ser amado y quién no, ¿es eso verdadero amor?” Para amar a la manera de Cristo, ¿no debemos dejar que el amor ocupe todo el espacio, toda la amplitud que requiere?

  • ¿Qué aspectos de la conversación y de la parábola me llaman especialmente la atención? ¿Por qué?
  • Convertirse en prójimo. ¿Qué implica?
  • ¿Cómo sería esta historia si la tradujera a las circunstancias de la sociedad actual?
Textos bíblicos comentados
Una propuesta de la Comunidad de Taizé

Las «meditaciones bíblicas» son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración. Se trata de dedicar dos o tres horas para leer en silencio los textos bíblicos que se sugieren y que van acompañados de un breve comentario y algunas preguntas. Más tarde, reunidos en pequeños grupos en casa de uno de los participantes, se comparte brevemente lo que cada uno cree haber descubierto, pudiendo eventualmente finalizar el encuentro con un tiempo de oración.



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