Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 23 de enero de 2015

23 de enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA

HACIA MANANTIALES DE UNIDAD

Viernes, 23 de enero del 2015.- Jesús dijo: « Esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4,14). – El diálogo que empieza con Jesús pidiendo agua se convierte pronto en un coloquio en el que Jesús promete agua. Dialogar, pues, entraña un dinamismo sin metas prefijadas. Más adelante, Jesús volverá a pedir agua de nuevo. « Tengo sed », dirá desde la cruz con quejumbroso gesto de agonizante. Precisamente desde la cruz, donde Jesús se convierte en el manantial del agua prometido que brota de su costado abierto. La teología, por su parte, nos recuerda que recibimos esta agua, o sea esta vida de Jesús, en el bautismo, sacramento por cuya virtud se convierte en un agua, en una vida, que surge de dentro de nosotros para ser dada y compartida con los demás. A nadie se le niega un vaso de agua. Y un gesto así, lleno de generosidad y cercanía con el hermano devorado de sed, con los discípulos de Cristo, incluso con cualquier hombre que, por serlo, es hijo de Dios, nunca quedará sin recompensa: lo garantiza el Evangelio.

Sentado Moisés junto al pozo de Madián, aparte de adelantarnos ya, en figura, la tierna imagen del Cristo dialogante con la Samaritana junto al brocal del pozo de Jacob, se constituye también en paradigma de conducta evangélica, y ecuménica por supuesto, al salir en defensa de unas pobres mujeres madianitas, las hijas de Reuel. El apuesto Moisés no se queda en palabras. Saca, más bien, para ellas agua del pozo y hace abrevar en él sus ovejas (cf. Éxodo 2, 15-22). Tan extraordinaria intercesión da pie también al canto litúrgico de quienes, como el salmista, se refugian en el Señor exclamando: « ¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío! » (Salmo 91, 2). El agua que Jesús da en el bautismo se convierte en «fuente de agua que brota para vida eterna » (Juan 4, 11-15: 14). El comportamiento de Moisés con aquellas pobres mujeres a quienes los pastores previamente han intimidado impidiéndoles abrevar los rebaños pone de relieve, mirada la estampa con detenimiento, que el auténtico amor elimina el temor (cf. 1 Juan 4, 16-21). Agua bautismal, por otra parte, --agua de Jesús a la postre--, capaz de dar vida que deviene asimismo en admirable testimonio ecuménico del amor cristiano en acción, en saludable pregustación de la vida eterna que Jesús promete. 

Gestos concretos como estos realizados por gente sencilla son los que la comunión ante todo exige. Dicho está que un gesto vale, a veces, más que mil palabras: lo cual significa que también el gesto resulta de suyo evangelizador. Los aquí referidos, o simplemente aludidos, dan testimonio del Evangelio y de la importancia de las relaciones ecuménicas. Claro es que la interpretación de las palabras de Jesús en el sentido de que a través de él nos podemos convertir en « manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4, 14) pueden tener numerosas aplicaciones para quien sepa oír y quiera entender. En este vida posmoderna y globalizada es posible hallar, gracias a los esfuerzos ecuménicos, personas cristianas, incluso buenas, pero de otras religiones, convertidas en manantiales de agua viva para uno mismo y su entorno. Tampoco escasean hoy situaciones de vida pública en que las Iglesias deberían hablar con una sola voz para ser manantiales de agua viva. Ojalá el Dios Uno y Trino nos conceda ser instrumentos de justicia, de paz y de solidaridad. Cuando pedimos al Padre en el nombre de Jesucristo y en la unidad del Espíritu Santo, lo que a la postre deseamos es que el Paráclito convierta los muros en puentes.

A través de Jesús nos podemos convertir en « manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4, 14) 

Pedro Langa Aguilar




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