Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

miércoles, 23 de enero de 2013

23 enero. Reflexión del Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA



CAMINAR MÁS ALLÁ DE LAS BARRERAS

Miércoles, 23 de enero.- «De los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba» (Ef  2,14).

Caminar con Dios significa dejar atrás las barreras que dividen y perjudican a sus hijos. El apóstol san Pablo, que supo largo de Unidad en la Iglesia, experimentó, pese a todo, divisiones devastadoras en la comunidad cristiana primitiva y tuvo que atar corto entre cristianos gentiles y judíos. Ante esta barrera y todas las que después vendrían, terció de esta guisa:«Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de ambos pueblos uno solo; él ha derribado el muro de odio que los separaba». Y el Obispo de Hipona, san Agustín, matizaría siglos más tarde con su habitual agudeza: «Nuestra paz es Cristo. La paz hace de dos cosas una sola, no dos de una» (Serm. 47, 22). Todas las profundas barreras del mundo antiguo –y las que, a día de hoy, todavía se interponen en el camino de la Unidad- fueron eliminadas de una vez y para siempre por Cristo, ya que en la cruz creó en sí mismo una nueva humanidad. Para un mundo en el que las barreras religiosas son con frecuencia tan difíciles de vencer, los cristianos -pequeña minoría en el multirreligioso contexto de no pocos rincones del orbe, la misma India, sin ir más lejos-, nos recuerdan con su caritativa actitud la importancia del diálogo y de la colaboración entre religiones. Jesús y sus discípulos fueron capaces de abatir los muros  humanos y las fronteras del mundo antiguo. Pero el Gólgota nos dice a qué precio. Caminar hoy con Dios exige ir más allá de los impedimentos que separan a los cristianos unos de otros y de las personas de otras creencias. El camino hacia la Unidad cristiana está pidiendo a gritos dejarse llevar por Dios y, con el estímulo de su gracia saludable, cruzar animosos la policromada valla del arco iris para ganar el horizonte infinito de los cielos azules.

Desafían los muros y barreras de la codicia, del prejuicio y del desprecio que a diario construimos en el entorno y que nos separan dentro de las Iglesias y entre ellas, como también de las personas de otras creencias, sobre cuyos seguidores pensamos -¡qué osadía la nuestra!- que son menos importantes que nosotros. Urge por eso pedir al Espíritu valor para librar indemnes tanta carrera de obstáculos. La oración será la palanca que ayude a remover las piedras y cascotes caídos por el camino. Con Cristo será posible discurrir incluso por veredas desconocidas llevando su mensaje de amorosa aceptación y beneficiosa unidad al mundo todo. Sólo el Dios de vida podrá infundirnos la vida de Dios: esa que allana diferencias y aviva similitudes entre lo que supone caminar más allá de las barreras que separan a los cristianos y más lejos también de las que existen entre el cristianismo y las otras religiones.De los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, es cierto. Pero la pregunta irrumpe inevitable: ¿Será utopía pensar que el ecumenismo puede con todo esto?

A pesar de las dificultades el ecumenismo, que es gracia, siempre vence

Pedro Langa Aguilar

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