Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

domingo, 18 de septiembre de 2011

Abre la mano a tu hermano

Si hay entre los tuyos un pobre, un hermano tuyo, en una ciudad tuya, en esa tierra tuya que va a darte el Señor, tu Dios, no endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre. Ábrele la mano y préstale a la medida de su necesidad. Cuidado, no se te ocurra este pensamiento rastrero: “Está cerca el año séptimo, año de remisión”, y seas tacaño con tu hermano pobre y no le des nada, porque apelará al Señor contra ti, y resultarás culpable. Dale, y no de mala gana, pues por esa acción bendecirá el Señor, tu Dios, todas tus obras y todas tus empresas. Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: Abre tu mano al pobre, al hermano necesitado que vive en tu tierra. (Deuteronomio 15, 7-11)


En la vida del antiguo Israel, la relación con Dios se expresaba en las relaciones de solidaridad entre el pueblo. Este pasaje del libro del Deuteronomio ilustra bien dicha relación: los israelitas deben estar dispuestos a “abrir la mano” a los pobres como a sus propios hermanos o hermanas.
 
La ley de Moisés establecía que el séptimo año los campos no debían ser cultivados (Levítico 25, 4, ver Éxodo 23, 10-11). Esto se debe a razones de índole religioso, era un “Sabbat de la tierra”, que recordaba a Israel que el verdadero dueño de la tierra era el propio Dios.
 
Pero esta prescripción, pese a ser de naturaleza religiosa, tenía también una importante consecuencia social. El séptimo año era también el “año de remisión” (Deuteronomio 15, 1), de la cancelación de las deudas. Así pues, a medida que se aproximaba, los prestamistas tendían a volverse reticentes ante el riesgo de un “borrón y cuenta nueva” que les perjudicaría. Esto es lo que el autor llama “pensamiento rastrero” (v. 9a). Este pensamiento podría incluso convertirse en un verdadero pecado (v. 9b), porque “quien explota al necesitado afrenta a su Hacedor” (Proverbios 14, 31). Por el contrario, dar generosamente llevará a la bendición de Dios (v. 10).
 
El último versículo del pasaje: “Nunca dejará de haber pobres en la tierra” (v. 11a) nos recuerda las palabras de Jesús (ver Juan 12, 8). Esta afirmación, en cierto modo pesimista, sobre la persistencia de la pobreza, implica un enérgico recordatorio del mandato que se halla en el corazón del pasaje: “Abre tu mano al pobre, al hermano necesitado que vive en tu tierra” (v. 11b). En efecto, si vemos a nuestros hermanos en necesidad y les abrimos nuestras manos (ver 1 Juan 3, 17) reflejamos el amor de Dios hacia la humanidad.
  • Teniendo en cuenta el entorno en el que vivo, ¿qué respuesta concreta puedo dar a la llamada a “gozar dando”? (2 Corintios 9, 7)
  • ¿De qué manera ayudar a mi hermano o hermana pobre puede convertirse en una fuente de plenitud para mí?


    Comentario a un texto Bíblico realizado por la Comunidad Ecuménica de Taizé 

     

     

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