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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

lunes, 14 de junio de 2010

Máster en amor a Dios

Es éste el único “título” con garantía de éxito para comunicar el Evangelio. Una persona verdaderamente entregada a Dios es la que puede dar a Dios a los demás, porque nadie da de lo que no tiene. Que, además, se trata de una persona adornada con talento, simpatía y otras virtudes, pues, mejor. Pero que no falte lo primero, porque faltaría lo esencial.

Dicho máster es el que tenía el Santo Cura de Ars, por ejemplo. Y arrasaba. No era considerado brillante en el humano saber, pero poseía la verdadera sabiduría. Y es hoy el patrón de todos los sacerdotes del mundo, desde los más aventajados intelectualmente, que desarrollan ese talento en universidades y cátedras, hasta los que dedican su vida sacerdotal de una manera sencilla en el pueblo más pequeñito o en el territorio misional más extenso.

Este máster en amor a Dios y su eficacia probada también se encuentra entre los laicos. Recuerdo con admiración – ya que he hablado de los pueblos pequeñitos – al sacristán que yo tuve en mi primer destino como sacerdote. Fui, durante dos años, cura “cuatrimotor”. Así se denominaba simpáticamente al cura que atendía cuatro pueblos; todos pequeñitos. La mayoría de los feligreses eran labradores. Yo, a mis veinticuatro años, iba con muchas ganas de evangelizar y de atraer a la Iglesia a los más alejados. Cuando la ocasión se ofrecía y salía el tema de Dios, trataba de hacer llegar a aquella gente sencilla las razones de nuestra fe. Me llevaba más desilusiones que ilusiones. Sin embargo, asistí un día a una conversación entre el sacristán citado y aquél que tenía fama del más ateo del pueblo. Éste le decía: “el cura no me convence”. El sacristán le contestaba: “Pues tiene razón cuando te dice que Dios existe. Mira: nosotros somos labradores, ¿no? Cuando a uno le viene bien que llueva, a lo mejor al otro no, porque tiene diferente siembra. Si dependiera de nosotros decidir cuándo ha de llover, estaríamos siempre peleados. Así que TIENE QUE HABER ALGUIEN que diga: “ni para ti, ni para ti. Lo que diga yo. La lluvia la mando yo. Pues ése es Dios.” Este hombre no había estudiado teología; apenas sabía leer ni escribir, pero tenía el máster en amor a Dios. Y ¡ya lo creo que fue eficaz su apostolado!

Igualmente admirable es el máster en amor a Dios de muchas religiosas ancianas que han vivido y viven su consagración a Dios con una alegría realmente contagiosa. Aunque ahora apenas puedan moverse. Pero las ves siempre con el rosario en la mano o con la sonrisa de gozo en su rostro cuando les cuentas tus andanzas apostólicas.

Y es que la Evangelización es cosa de los sencillos y humildes. Todos tenemos que evangelizar, luego, todos – independientemente de su estado de vida en la Iglesia – tenemos que ser sencillos y humildes, adquirir, sobre todo lo demás, ese máster en amor a Dios.

Mario Ortega Moya, sacerdote católico.
De su blog: "En la barca de Pedro".

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